«Only dreaming vacation»: D. Wearhersby
Durante muchos años, la abuela Nené sólo supo que el hombre que la transportó en brazos desde el Puerto Viejo hasta la frontera francesa se llamaba Victorián, había nacido en Graus y pertenecía a la División 43ª del Ejército Republicano. Corría el año de 1938 y la abuela Nené, el abuelo Lájos y el hijo de ambos, el tío Barsaly, un bebé de pocos meses, acababan de llegar a Bielsa, el último reducto del Ejército Republicano en Aragón, aunque no huían de la guerra sino de la familia de ella, a la que llevaban dos años burlando y cuyas maldiciones y amenazas les producían tanto temor como los terribles bombardeos que terminarían destruyendo el postrer refugio español a donde les había llevado su imparable huída.
La abuela Nené y el abuelo Lájos se conocieron en la primavera de 1936, cuando ella apenas había cumplido trece años y él, integrante de un circo ambulante, confesaba diecisiete, aunque ni la una ni el otro poseían documentación que acreditara sus lugares y fechas de nacimiento. La familia de la abuela Nené procedía del sur de Portugal; el abuelo Lájos afirmaba haber nacido en Italia, de familia de romaníes austro-húngaros.
A la familia de la abuela Nené -tratantes de ganado-, la irrupción de aquel jovenzuelo de agradable sonrisa y lenguaje incomprensible, dejó de parecerles oportuna cuando descubrieron que no eran las caballerías sino Nené, la joya de la familia, la razón principal del abandono del circo, así que, tras apalearle a modo de advertencia, desmontaron el campamento permanente en las proximidades de la legendaria Sierra de Sevil y decidieron emprender el regreso a Portugal, abandonando en la sierra prepirenáica al muchacho, sin más pertenencias que la ropa que llevaba puesta. Aquella misma noche, Nené, ayudada por su hermana Mageni, huyó de la familia y marchó a reunirse con el abuelo Lájos, con el que terminó instalándose en Francia tras dos años de penurias y huída por la provincia de Huesca de las que el único recuerdo grato, amén del amor que se profesaban, fue el nacimiento de su primer hijo, el tío Barsaly, bajo un antiguo puente, hoy desaparecido, sobre el río Alcanadre, al que la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio -nieta de la abuela Nené y del abuelo Lájos, conocidos familiarmente como Poupchen y Zouni-, llama Río de Barsaly.
Victorián Lanau Lascorz, el grausino que ayudó a la abuela Nené y al abuelo Lájos a cruzar la frontera, regresó a España a principios de la década de los cincuenta, instalándose en Pamplona, ciudad en la que falleció el 19 de agosto de 1972.
“Pero, niña, ¿cómo vas a ser tú gitana con ese pelo rubio y esos ojos azules de valquiria?”, cuentan que le decía, bromeando, a la abuela Nené.
POST SCRIPTUM
El abuelo Lájos falleció en su casa de Béziers (Francia) en agosto de 2008. Parte de sus cenizas fueron esparcidas en las inmediaciones de la ciudad húngara de Debrecen, lugar donde, en 1933, había visto a sus padres, hermanos y hermanas por última vez Sería también en Debrecen, pero en 1974, donde se reencontraría, gracias a las autoridades húngaras, con Jespolá, su hermana menor.
Tremenda y preciosa historia.
Creo que nunca me cansaré de leer estas historias que cuentas. La ternura con qu e as narras se me mete dentro y me coge un pellizco en el alma. A través de tus letras, parece que los conociera desde siempre.
Un placer en esta mañana, sobrada de azul, de Jueves Santo
Abrazos
Leerte, es como escuchar estas historias de boca de los propios protagonistas…
¿Te he dicho alguna vez que me encantan?
🙂
Besos!
Ni siquiera sé dónde nos hemos cruzado, pero llevo un rato largo leyéndote y soy incapaz de irme. Como dicen los demás compañeros… parece que estemos «ahí». Me voy a tu antíguo blog (que también acabo de descubrir).
Gracias por escribir de esa manera.
Me ha encantado esta narración en la que el amor y la humanidad ejercen de bálsamo, suavizando las penurias que rodean a la historia.
Saludos
Un saludo, Dani.
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Gracias por palabras tan exquisitas, Trini.
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Sí, me lo has dicho, Almena, :). Y te lo agradezco (si es que me estás malacostumbrando).
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Bienvenida, Chesana. Gracias por comentar en este habitáculo.
También yo me pasaré por tu espacio.
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Afortunadamente, Luz, siempre hay un bálsamo para esas vivencias cuyo conocimiento nos horroriza. Y la solidaridad es, sin duda, el tratamiento más idóneo.
A todos y todas mi cordialidad.