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2021_Millennial_Carrasca_of_Lecina_ES

«Carrasca milenaria»: Ayuntamiento de Lecina


Si hay un árbol que representa con propiedad a Aragón, sin duda es la encina —que por este territorio se denomina carrasca, sin importar su tamaño—. La carrasca forma parte de uno de los cuarteles del escudo aragonés merced a un monje algo trapacero, de nombre fray Gualberto Fabricio Vagad, que a finales del siglo XV dio a la imprenta una Crónica de Aragón donde, imbuido por las leyendas pirenicas y sin encomendarse a nadie, mandó imprimir un escudo que hizo fortuna y hoy es el oficial de estas tierras aragonesas. Pero no es de esa heráldica carrasca de la que trata esta historia sino de otra, coetánea de la del escudo, que la ha sobrevivido para orgullo y deleite de cuantos gozan del privilegio de contemplarla. Porque en cada rugosidad, cada nudo y cada decoloración del tronco de esta última carrasca hay más de mil años de avatares. Y ella, la milenaria carrasca, todavía resiste.


Del legendario encinar donde las brujas de la sierra de Guara se recogían de miradas y persecuciones, solo queda ella, la familiarmente conocida como Castañera de [Casa] Carruesco, la Carrasca Milenaria que, según cuenta la leyenda, siendo un diminuto arbolito, se enfrentó a las encinas más ancianas del bosque para que aquella maraña arbórea e impenetrable, sede de maleficios y alimañas, volviera a acoger a los humanos brindándoles la necesaria leña y las bellotas que, sin nadie que las recogiera, pudríanse, desoladas, entre las zarzas que se habían apoderado del suelo.

Las brujas, molestas con aquella jovenzuela que no les mostraba aprecio, optaron por buscar un nuevo acomodo para sus reuniones y, en agradecimiento a las carrascas viejas por haberlas acogido durante tantos años, les otorgaron aquello que los árboles quisieron pedirles. “Convertidnos en árboles de oro”, pidieron las encinas más arrogantes. “Haced que seamos de cristal”, reclamaron otras. “Queremos tener el mejor perfume, que no haya flor que huela tan bien como nosotras”, demandaron las restantes. La reina de las brujas se encaró con la carrasca más joven y le preguntó con ironía: “¿Y tú? ¿Tú no nos vas a pedir nada?” “No”, respondió. “Yo solo quiero seguir siendo lo que soy: una encina”.

Marcháronse las brujas y, a los pocos días, se desató en la sierra una tormenta de viento y granizo que destrozó las encinas de cristal; un tiempo después, los animales del bosque, atraídos por el apetitoso aroma del encinar, se cebaron, gozosos, con las hojas, raíces y ramas de las encinas perfumadas y los ladrones, seducidos por el brillo del oro, saquearon la floresta para hacerse con el botín que lucían las carrascas rutilantes.

El encinar quedó destruido. Solo la carrasca más jovencita, humilde árbol, sobrevivió al desastre. Y aquellos humanos por los que ella se había enfrentado a sus congéneres y desafiado a las brujas, viéndola sola, se juramentaron para protegerla y respetarla. Pasaron años, siglos, y la joven carrasca convirtiose en un árbol monumental que durante más de mil años ha regalado su prestancia y dulces bellotas a las generaciones de humanos que nunca rompieron su promesa de preservarla.






ANEXO

Necesitamos que apoyes con tu voto la candidatura de la singular Carrasca Milenaria de Lecina, seleccionada como Árbol de España 2021, que compite, este mes de febrero, con árboles de distintos países europeos para la elección del Árbol de Europa 2021. Muchas gracias.
https://www.treeoftheyear.org/

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