Vivía en la más absoluta pobreza, pero en ella no había nada miserable. Un día en que yo cumplía años, me la encontré en el Coso y la invité a tomar unas gambas a la plancha y una copita de champán en el bar Victoria para celebrarlo; me las vi y me las deseé para pagar, pues no me dejaba. Abundando en lo mismo, un amigo de mi hermano me contó:
Julieta, a veces, venía a pedir a casa; le dabas cincuenta pesetas y luego ella te traía, a lo mejor, una bandeja de pasteles que le había costado cien. Le decíamos:
—Pero, Julieta, ¿por qué haces eso?
Y ella nos respondía:
—Porque os quiero mucho.Así era Julieta: generosa en extremo, inteligente, siempre de buen humor y, sobre todo, buena. Yo, por aquel entonces, aún no había visto sus cuadros, ni recuerdo que Julieta me hubiera hablado nunca de ellos.
—Fragmento de Julia Aguilar, Always (1899-1979). Rebelde y artista, libro de Antonio Abarca Anoro y Antonio Buil Sillés, editado en diciembre de 2014 en Barbastro (Huesca) por Liberalitas Iulia, S.C.—

Julieta. Ficha policial. Madrid, 1933
El 26 de febrero de 1979, en la Casa de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Barbastro, concluyó el periplo vital de Juliana Mariana Juana Aguilar Cosculluela, llamada Julieta Always, mujer tan barbastrense como cosmopolita, a la que sus paisanos todavía recuerdan repartiendo periódicos con un séquito de felinos callejeros que la acompañaban en su pulular cotidiano por la ciudad del Vero. La loca de los gatos —como algunos la denominaban— y madura okupa de edificios abandonados, había nacido en 1899 en la capital del Somontano, en el seno de una familia con recursos. En Huesca inició estudios de Magisterio y fue alumna de Ramón Acín. Sin concluir el grado de maestra, regresó a Barbastro, a la fonda que regentaban sus progenitores, abandonando de nuevo la casa familiar para iniciar una singular travesía que la llevó a Barcelona y Madrid, ciudad esta última en la que su hermosura y desparpajo cautivaron a Miguel Primo de Rivera, con el que anduvo en amoríos. Acusada de estafa por marcharse sin pagar la cuenta del hotel madrileño en el que se alojaba, recaló en París, donde se ganó el sustento como modelo de pintores y escultores y fue bailarina en los míticos Folies Bergère y Moulin Rouge hasta que, en 1940, tras ser detenida por robo en las Galerías Lafayette, fue deportada a España, residiendo una temporada en Madrid y regresando, después, a su ciudad natal tras más de veinte años de ausencia.
Pobre de solemnidad, su vida en Barbastro —entre la incomprensión y, muchas veces, la burla de sus convecinos— se centró en los gatos, que la adoraban, y la pintura. Un centenar de cuadros, próximos al arte naïf, fueron el equipaje que la acompañó de un edificio a otro, siempre ocultos de las miradas ajenas hasta que, en los años sesenta, el pintor catalán Modest Cuixart, que la conoció casualmente al sufrir una avería su vehículo en Barbastro e interesarse ella por las circunstancias, descubrió sus telas en el mísero lugar donde habitaba con sus gatos y la retrató en un lienzo titulado La bruixa de Barbastro, obra que, en 1976, haría emerger de su ostracismo la historia y, sobre todo, el arte pictórico de Julieta Always, la ya provecta pintora de pinceladas ingenuas y existencia transgresora y extravagante que, de repente, se vio asediada por la fama y el reconocimiento.
Fue entonces, Julieta, cuando el periodista llegó al asilo. Había visto, en la exposición de aquel famoso pintor, el cuadro de la ‘bruja de Barbastro’, y él le contó lo poco que sabía de tu historia y lo mucho que vio en tu pintura. Y el periodista quiso conocer tus cuadros, conocerte a ti, inabarcable, alucinada y lúcida, esquiva más de lo real que de los sueños, sorda ya, según el que habla o la fuerza con que suenan en tu oído esas trompetas invisibles, y sucedió, después, lo que ya sabes, el rescate de tu obra, la seria y solemne exposición de los cuadros que habían vivido en la calle, entre ruinas y desvanes, ratones y gatos, indiferencia y sonrisas, ¡cosas de Julieta! Todo llega, incluso lo inesperado por el común descrédito de los finales felices que han entrado en ese reino de hadas y fantasías del que, tarde o temprano, alguien nos expulsa sin contemplaciones.
—Fragmento del relato biográfico Julieta de los Espíritus, del libro Tres mujeres, de Ana María Navales, publicado en 1995.—
¡Qué historia!. Cantidad de personajes, que como yo, estoy segura que muchos desconocemos. Ahora mismo voy a mirar imágenes de su obra. Gracias por hacerla visible.
Salud.
Yo la conocí a través de la novela El regreso de Julieta Always, de Ana María Navales, que le ha dedicado algunos textos más. Hay muchos personajes que se escapan a nuestro conocimiento y nos pasan desapercibidos. Es imposible abarcarlos a todos.
Salud.
Desconozco también la bibliografía de Ana María Navales. Igual miro en la biblioteca.
Es una autora interesante y, literariamente, muy completa.
¿La película de Fellini «Julieta de los espíritus» tiene algo que ver con esto?
Absolutamente nada, salvo que el título del relato de Navales coincide con la traducción al castellano del título de la película.
Una vida digna de relatarse en un libro. O varios.
No lo tuvo fácil, no fue nada plana su existencia por este mundo, me quedo con sus sentimientos en cada momento.
Un abrazo, Una mirada.
Así es. Tuvo una vida larga e intensa con peripecias que, por sí solas, darían para varias novelas. Solo con la etapa vivida a su regreso a Barbastro, perlado de anécdotas, se podrían escribir un buen número de textos. Fue una mujer nada convencional durante toda su existencia.
Más abrazos.
No la conocía, gracias. Para tenerla en cuenta!!!
Gracias a ti, Ana, por la lectura.
Una vida apasionante, y digna ante todo. Lo de la loca de los gatos, lo he oído alguna vez, parece algo poco original. Madre mía, Madrid, París, el Folies Bergere, y luego el descubrimiento artístico a través de Cuixart, pintor al que casualmente conozco, por una cuestión familiar. Lo que me ha descolocado un poco es su relación con Miguel Primo de Rivera, pero entiendo que una vida vivida con tal intensidad, da para mucho. Un abrazo.
La vida de Julia Aguilar no fue nada convencional. Una chica de pueblo (Barbastro lo era entonces) viviendo los felices veinte en Barcelona y Madrid y codeándose con altas instancias (se dice que, además del dictador Primo de Rivera, tuvo asuntillos con un torero y Perico Chicote) para continuar en París durante la guerra española y regresar en plena ocupación alemana para proseguir una vida bohemia y llena de estrecheces en su pueblo, siempre señalada y haciendo de su capa un sayo, escandalizando a la pacata sociedad barbastranse con su manera de entender la vida y llegando al final de su vida con esa pirueta del destino que la llevaría de mendiga a dar nombre a un certamen de pintura. Todo un bagaje.
Cordialidades.
A mí también me ha extrañado su relación con Primo de Rivera y más por él que por ella.
Los biógrafos de Julieta, que escudriñaron en la vida de ella, así lo afirman, y el dictador Primo, vejete y todo, tenía un historial de amantes y francachelas nada desdeñable.
Otra de esas tantas vidas libres inmortalizadas al momento de la foto para la ficha policial.
Abrazotes
La foto, como no podía ser menos, iba acompañada de otras dos con los perfiles izquierdo y derecho inmortalizados.
Cordialidades.
Una historia preciosa y conmovedora.
Me encantó leerla.
Un saludo!!
No sabes cuánto me alegra saber de ti. Me entristece que tengas el blog en el limbo porque leerte es una gozada. Ojalá vuelvas a ponerlo en línea.
Salud.
Gracias! Lo cerré temporalmente, pero tal vez lo vuelva a activar. Me animan tus palabras.
Será un placer volver a la frescura de tu espacio.
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