«Aguas mansas»: Archivo personal
En la vieja carretera del puerto de montaña de Monrepós, el túnel de la Manzaneda abría sus oscuras fauces para que, viniendo desde la vertiente sur, el viajero que atravesaba sus ochocientos metros de longitud se detuviera a la salida, en una zona más amplia del arcén, a beber del agua fresca y limpia del manantial canalizado que daba nombre al túnel. «Si bebes de esta agua, volverás a estas montañas. Tu alma quedará impregnada con la esencia del monte y permanecerá para siempre en tu corazón», rezaba la leyenda que presidía la fuente de la Manzaneda, hoy destruida. Certera predicción. Siempre se regresa. Por otro firme y otro trazado carretero. Pero se vuelve. Y quien recorrió ese extraordinario puerto por la antigua ruta inaugurada en la posguerra, con sus trescientas curvas, sus rampas y su trepidante rasante final, guarda en la memoria esa obsoleta calzada que, pese a su peligrosa estrechez y falta de visibilidad, tenía alma, como si todos los espíritus de la Naturaleza y de los humanos cuyo futuro se perdió entre esas ondulaciones estuvieran allí, velando el que fuera tortuoso trayecto —actualmente reconvertido en la Autovía Mudéjar (tramo Zaragoza-Huesca-Jaca)— por el que los viajeros se aventuraban, hasta hace muy pocos años, para desembocar en el Alto Pirineo.
Pero las peripecias en el viejo trazado de Monrepós, en su cara sur, empezaban unos kilómetros antes de arribar a los pies del puerto, en la pintoresca, angosta y sinuosa carretera, hoy en desuso, del congosto del río Isuela, colmados sus escasos cuatro kilómetros de cortos túneles excavados en la roca viva, apuntalando la ladera por la que se deslizaban piedras de diferentes tamaños que terminaban en la calzada de pavimento maltrecho y, en ocasiones, llegaban a golpear a los vehículos —encajonados entre la montaña y el río— que circulaban por ella. Era el único camino viable —hasta la construcción de la variante— por el que se subía desde Huesca al muy apreciado pantano de Arguis y a las lejanas estaciones de esquí.
Antes de llegar a la presa del embalse de Arguis, una brecha abierta en la roca, junto al cauce del río, y en la que pocos automovilistas reparan, señala sutilmente la entrada a la cueva de san Climén, legendaria madriguera de O Fotronero, un gigante comeniños de la mitología altoaragonesa con el que los pastores veteranos asustaban a los jóvenes repatanes [1] para que estos les pagaran el poncho que trasegaban en el mesón de Arguis, cuando bajaban los rebaños a tierras llanas. Para hacer más creíble la añagaza, uno de los pastores se deslizaba hasta la cueva —que posee una acústica extraordinaria— y desde allí aullaba y despotricaba, con voz cavernosa, a los repatanes más remisos que, aterrorizados, sufragaban sin rechistar cuanto consumían los mayores —acción que por estos lugares se conoce como pagar la manta—. A algunos muchachos les daba tal pavor que O Fotronero los devorase, que, pese a haber pagado la manta, cuando pasaban cerca de la cueva se cubrían con pieles de mardano [2] y se ponían a caminar a cuatro patas, entre el ganado, para que el gigantón no se apercibiera de su presencia.
Atardece en Arguis. Recogen los excursionistas toallas y neveras de camping, fiambreras, vasos, platos, cubiertos… Desmontan y pliegan mesas y sillas. En las aguas quietas, despejadas de intrusos, nadan madrillas y barbos culirroyos y asoman los eslizones entre las piedras. Retorna el paraje a su silvestre esencia y otean ansiosos los abejarucos, entre fresnos, sauces y abedules, el vuelo incesante de los insectos. Va dejando el día su última luz sobre las cimas y se alejan los sonidos humanos envueltos en plástico, hule, vidrio, aluminio y acero.
NOTAS
[1] En aragonés, se llamaba repatán al joven, casi niño, aprendiz de pastor.
[2] Id., carnero.
Como la autovía es reciente me acuerdo muy bien de la mala carretera de Monrepós y lo peligrosa que era a nada que cayeran unos copos. Algún viernes coincidí cuando subían los esquiadores a toda velocidad por aquellas curvas interminables y se me caía el alma a los pies. Con la autovía la mejora es considerable.
Un saludo.
JBernal
La autovía ha mejorado el trazado pero también ha inutilizado desvíos a pueblos del valle y rutas senderistas y en el alto de Monrepós siguen produciéndose grietas en la calzada, además de corrimientos de tierra en algunos tramos. Si te digo la verdad, además de la amplitud, lo que más me gusta son la sucesión de túneles; lo que menos, el exceso de confianza de los conductores que, en demasiadas ocasiones, olvidan que sigue siendo un puerto de montaña.
Saludos.
linda descripción de un lugar muy bello por lo que veo en tu foto…
eso de las piedras golpear los autos da miedito… saludos
Daba miedo, sí, pero no había otra manera de pasar. Es una zona donde son habituales los corrimientos de tierra y piedras.
Saludos.
Una excursión que me he hecho con este relato ten bien narrado. Buena tarde.
También puedes hacerla en la realidad y con la carretera en condiciones.
Salud.
¡Que recuerdos! La cantidad de veces que habré parado en la mencionada fuente con garrafas de plástico de 5 litros a rellenarlas para poder beber agua del manantial, hasta que un lugareño nos insinuó «yo no bebería de ese agua, en la actualidad ese líquido arrastra parte del fertilizante e insecticidas que se echan en los campos para que fructifiquen los sembrados»
Por cierto no conocía la leyenda o inscripción «Si bebes de esta agua…»
Es, desgraciadamente, el sino de muchos manantiales: la contaminación.
Hace muchos años se pretendió, incluso, embotellar el agua de la Manzaneda, dada la cantidad de gente que paraba a llenar garrafas; al final, la idea no cuajó.
De nuevo disfruto con tu texto, conociendo lugares que son misteriosos a la par que bellos. Yo creo que a mi me daría miedo también el O Fotronero, así que supongo que pagaría la manta igualmente. Disfruto igualmente de esa retahíla de palabras y expresiones que no me son conocidas y eso me encanta como aprendizaje. Un abrazo.
En muchas zonas de Huesca hay palabras que, incluso hablando en castellano, siempre se utilizan en su forma aragonesa, de ahí que, cuando escribo un texto referido a alguna leyenda o tradición, utilice vocablos en aragonés para respetar el eclectismo en el habla que se da en muchos lugares de la provincia.
Otro abrazo para ti.
Me llama la atención lo mismo que a JLO, en las sierras de Córdoba (la de acá) o en la Cordillera de los Andes, hay lugares que me recuerdan tu escrito. La diferencia es la antigüedad de nuestras ciudades o construcciones… aunque no apostaría por su calidad, muchos municipios tuvieron que abaratar costos desde la primera bolsa de cal.
Abrazos
El paisaje muestra su grandeza en cualquier continente porque es anterior a los seres humanos y, aunque estos pretendan «domarlo» siempre mantiene su espiritu salvaje, rebelándose ante las acciones humanas con la complicidad de la meteorología del lugar.
Abrazotes.
No conozco el lugar, pero leyendo tu relato, dan muchas ganas de ir a conocerlo en persona.
Hay destinos que por recurrentes y familiares se hacen muy especiales, que llevan impregnados esa parte de nosotros mismos y de nuestros recuerdos más vívidos y afables.
Tu texto habla de un lugar precioso y único, que a su vez a mi me ha llevado a otro lugar de aquí de mi isla, por las sensaciones que se leen entre líneas.
Cuídate mucho.
Un beso!
Los parajes por los que se transita desde la niñez terminan atrapando porque forman parte de la geografía personal, familiares siempre aunque haya ido cambiando su fisonomía.
Y aquí seguimos, con la mascarilla como seña de identidad.
Más besos.
Me encanta esa vieja carretera,hace muchos años, un día de San Jorge, con la tradición de visitar lugares del Alto Aragón, despues de «almorzar»en Nueno, parte de la cuadrilla bajamos al rio para hacer el trayecto hacia Arguis,dónde nos esperarían el resto para «comer» en la bonita hospederia,a pie por su cauce,casi ya llegando a la presa,algunos de los atrevidos subimos a la cueva de San Climen, doy fé de su sonoridad!!!
Gracias por refrescar y traer tantos y buenos recuerdos
Un abrazo y Salud
La carreterilla vieja del congosto era preciosa; parecía un camino de cuento. Qué recuerdos infantiles en esos «túnels«… Y la cueva, tras varios días de lluvia, con el fondo anegado y la cascada de agua atronando en su caída, como el prólogo del apocalipsis.
Gracias por venir a echar un rato.
Salud.
En la actualidad vamos con demasiadas prisas y ya no se valoran esas carreteras llenas de curvas que daban acceso a tantos lugares semiocultos. Pasamos tan rápido por la autopista que no apreciamos la belleza, perdiéndonos infinidad de cosas.
Las viejas carreteras invitan a buscar salientes donde detenerse a apreciar el entorno y dejar que la vista planee por el paisaje desde una posición privilegiada; apetece mantener abiertas las ventanillas para que entren por ellas los aromas del exterior.