«Trasfondo»: Archivo personal
(Aproximación a Agustín Gómez-Arcos tras la relectura de su novela Un pájaro quemado vivo).
A mediados de los sesenta, Antonio Duque, actor zaragozano, propuso a su amigo, el escritor almeriense Agustín Gómez-Arcos (1933-1998), al que había conocido, tiempo atrás, en el Café Gijón, aventurarse en un Londres alejado, política y culturalmente, del Madrid en el que convivían y se asfixiaban. Treintañeros, indomables y luchadores, vivieron durante dos años su aventura londinense para retornar, en 1968, al continente. A Paris, sueños de libertad.
“Hice todas esas cosas que hay que hacer para sobrevivir […] fregar platos, limpiar casas, fregar escaleras, dar clases de español a veces”, confesaría después Agustín Gómez-Arcos, cuando ya era un reputado escritor español en lengua francesa. Dos veces finalista en el Premio Goncourt de Novela, no tenía inconveniente en asegurar que los premios literarios “son un negocio inventado con el consenso de todas las partes interesadas”.
“Siempre fue un outsider que no aprovechó su éxito, pero a pesar de la parte cínica y la mala leche, le hubiera gustado ser reconocido en España”, diría Antonio Duque, su amigo durante cuarenta años y el albacea poético que conservó, con mimo, los cuadernos con poemas escritos por Gómez-Arcos en los años cincuenta y setenta, que serían publicados, como emotivo homenaje, tras la muerte de su autor.
En un dúplex alquilado cerca de Montmartre —barrio en el que vivió y en cuyo cementerio descansan sus restos— escribió —a mano, siempre a mano— el autoexiliado autor sus novelas-recordatorio de una posguerra que llevó siempre cosida a la memoria. “Nací en 1933 y los tres años de la guerra civil son el principio de mi memoria, muy dura. En Enix, comía migas de salvado, como los cerdos. Iba a los montes a arrancar esparto durante doce o catorce horas […]. Pero eso lo he transformado en memoria para novelas. En mis novelas siempre sale Almería, irremediablemente, aunque salga como otra ciudad. Mi tema sempiterno ha sido la miseria, porque la miseria es mi recuerdo. Mi infancia y la vida de mi familia está recogida en el libro El niño pan, que es un libro de lectura en los liceos de Francia.” Y fue precisamente la publicación en castellano de El niño pan el detonante de un conato de estallido en Enix, su lugar de nacimiento, donde unos años antes, se había renombrado una calle como “de Agustín Gómez-Arcos” y se había colocado una placa de recuerdo en la casa natal. Nombres, motes, gentes y sucesos expuestos, sin tapujos, en una novela de corte autobiográfico donde realidad y ficción parecían aunadas para remover conciencias y reabrir las viejas cicatrices, ofendieron a algunos habitantes de la localidad que, en 2008, pretendieron desterrar de Enix el recuerdo de su Hijo Predilecto, Agustín Gómez-Arcos, diez años después de su muerte.
Yacen los huesos del autor emigrado, cuasi apátrida, tan reverenciado en un país como desconocido en otro —»Soy una especie de fantasma en este país”—, en la necrópolis parisina de los artistas. Y vive todavía en la memoria de Antonio Duque, compañero en el campo de batalla de la existencia, que evoca al amigo como “un lobo solitario, con alma de anarquista, cuya ternura le concernía al silencio antes que a la palabra”.
POST SCRIPTUM
- Algunos de los entrecomillados están entresacados del libro Agustín Gómez-Arcos, un hombre libre, publicado por el Instituto de Estudios Almerienses.
- Antonio Duque publicó, en 2006, Los años olvidados, la prohibida historia de amor de dos muchachos en la posguerra.
Conocía a Agustín Gómez Arcos y su trayectoria vital, pero he leído poco de él. Más bien poesía, que he ido encontrando en periódicos o en la Red, de la que recuerdo especialmente este poema.
Fue un autor duro, intenso, descarnado, con una escritura sin concesiones y una lealtad hacia sus convicciones que hoy en día resulta admirable. Del poema que has enlazado tengo, junto con otros suyos, fotocopia, y es una muestra del hombre que fue en unos años complejos.
Agustín Gómez Arcos. Para mí totalmente desconocido. Cuántas hombres y mujeres con aportaciones valiosas habrán caído en el olvido. Gracias por traerlo aquí. Saludo y buen día.
No tuvo mucha proyección en España y ya se sabe que son las grandes editoriales -antes, al menos- quienes decidían qué autores debían tener el favor del público.
Salud.
Desconocido para mí también. Lo investigaré.
Sigue siendo un autor desconocido para la mayoría, pese a ser un buen escritor.
ni idea de él pero me gustó lo que cuenta y esa sencillez a pesar de haber sufrido tanto, saludos
Los malos momentos vividos fueron el impulso para su escritura, los que estimularon su trayectoria.
Salud.
hay que tener fuerzas para eso… saludos!
Desde luego que sí.
Me sumo a la ignorancia. Gracias por el rescate.
La idea era compartir mis impresiones sobre un autor al que ignoramos tal vez porque no lo pusieron, cuando tocaba, en nuestro camino.
Gracias a ti.
Salud.
Interesante escritor el que nos traes hoy.
Hay personas capaces de recrear algo bello allí donde solo vivió la desolación.
De esos momentos que uno no quiere revivir, nacen la fuerza y entrega de improntas como la suya.
Gracias, Una mirada.
Abrazos!!
Es un escritor de ficciones que se apartan muy poco de una realidad que conoció y que siempre mantuvo consigo. Nunca olvidó de dónde procedía.
Más abrazos. Hasta agosto.
Yo también me sumo con pena, al desconocimiento de este autor. Impactante como la tragedia ha sido para muchos autores el trampolín donde saltan sus mejores obras. Fuera de los circuitos editoriales y de las convicciones convencionales, me propongo subsanar desde ahora mismo mi desconocimiento sobre Gómez-Arcos, con la adquisición de El niño pan. Un abrazo y de nuevo gracias por compartir historias como esta.
La distancia da actualmente a la novelística de este autor una perspectiva diferente, pero sus escritos mantienen el vigor y son el mejor reflejo de él mismo, que precisamente se encargó de las traducciones de sus obras para evitar que se interpretasen de manera diferente a la que él deseaba.
Otro abrazo.