Un escueto comunicado enviado por una asociación de gitanos alemanes anunciaba, el 5 de julio de 2001, la muerte de Otto Rosenberg, un ciudadano berlinés cuyos recuerdos habían tomado la forma de libro gracias a la pluma de Ulrich Enzensberger, que, en 1998, había publicado Das Brenglas –Un gitano en Auschwitz.–.
Rosenberg, gitano sinti, evocaba en el libro de Enzensberger su llegada a la que él consideraba fascinante Berlín, ciudad que llevó siempre en cada uno de sus sentidos, incluso en los cinco campos de concentración que fueron su morada desde 1942, cuando fue detenido con quince años, hasta 1945, año de su liberación de Bergen-Belsen por las tropas rusas.
Ni los experimentos que realizaron con él ni los trabajos forzados ni el exterminio de toda su familia -su madre, que también fue liberada al final de la guerra, falleció poco después a consecuencia de los padecimientos en el cautiverio-, minaron su sentimiento alemán; fue berlinés hasta la muerte.
Durante más de cincuenta años mantuvo apartado de su presente el horror vivido, llegando a tatuarse un ángel en el brazo, encima del número que indicaba que había sido prisionero de un campo de concentración.
Otto Rosenberg, nacido en la Prusia Oriental, el 28 de abril de 1927, co-fundó y presidió, tras la guerra, la asociación de gitanos alemanes. En 1998 fue condecorado con la Cruz Federal al Mérito por sus campañas a favor de la igualdad social de las minorías étnicas y su incansable lucha por el reconocimiento y la compensación a las víctimas del nazismo. Una calle y una plaza llevan el nombre de este gitano alemán en el distrito berlinés de Marzahn, en el lugar donde el 16 de julio de 1936 fueron confinados los gitanos de la capital tras la limpieza nazi de Berlín con motivo de las Olimpiadas. El campo gitano de Marzahn, situado en un desagüe de aguas residuales, fue, para la mayoría de las familias allí recluidas, la antesala de los horrores venideros, minimizados y silenciados por las autoridades alemanas, que no reconocerían oficialmente el genocidio de los gitanos europeos hasta 1982.
NOTA
Chavó tri bravàle, en rromanés, significa Hijo del Viento.
Cuando vengo a tu blog, me considero un ignorante, pero cuando salgo de él, pienso «otro día que no me acuesto sin aprender algo más», ya que además de tu información y tus enlaces, siempre busco la manera de conocer más cosas.
Así Tiempo después de terminar la guerra, Otto Rosenberg se cruza en una calle de Berlín con uno de sus antiguos kapos alemanes. Se precipita a saludarlo, como dando por descontado que Auschwitz había quedado atrás, pero el kapo finge ser otra persona y se aleja apresuradamente del lugar. El comentario de Rosenberg resulta sorprendente y a la vez conmovedor: “Aunque en el campo de concentración él me había pegado palizas, yo estaba contento de estar libre y no le habría hecho nada”.
«Siempre busco la manera de conocer más cosas«, dices. Y es en esa curiosidad, en esa búsqueda, donde la ignorancia se convierte en aprendizaje, estimado Jubilado.
Sí q le costó a Alemania darse cuenta q no todas las víctimas de los nazis eran judios.
Salu2.
…es que los gitanos -y otras víctimas no judías del nazismo- carecían del patrocinio adecuado, Sands.