«Palatul Mogoşoaia»: LinksmanJD
A pocos kilómetros de Bucarest, entre los bosques y lagunas del distrito de Ilfov, donde los nuevos ricos de la Rumanía poscomunista parapetan su indolencia y negociados en decadentes mansiones, se levanta -cual postal evocadora de la historia- el Palacio de Mogosoaia.
Junto al lago, con su galería veneciana con toques bizantinos asomada a los jardines donde la princesa Bibescu, la escritora, -bellísima, lánguida, cultivada- discutía con los arquitectos la restauración del edificio y sus anexos, el palacio de ladrillo rojizo y ornamentado de arabescos yergue sus trescientos años de vicisitudes y glorias, superviviente remodelado de las conquistas otomanas y los bombardeos, protagonista engalanado de festines principescos y observador imparcial de los sucesivos cambios de régimen.
“Y aquí fue donde apareció muerto uno de los mejores literatos rumanos”, señala Radu, el guía.
Cuando los turistas alzan la vista hacia Villa Elchingen, el cortejo nupcial con el que habían tropezado junto a la iglesia de San Jorge, a la vera del Palacio de Mogosoaia, se adueña ya, en disciplinada fila de a dos, de los soportales de la que antaño fuera Casa de la Creatividad de los Escritores Rumanos, donde Marin Preda, admirado por Radu, el guía, murió -al parecer, asesinado- el 16 de mayo de 1980. “Empezó a ser crítico con las autoridades comunistas”, explica Radu mientras los invitados al casorio desaparecen por la entrada al restaurante y quedan rezagados los novios en animado e ininteligible parloteo con un individuo que enfoca hacia el jardín una cámara de video de buen tamaño. “Nadie duda de que la Securitate se ocupó de él”, suspira el guía.
De la otra orilla del lago, frente a la fachada oeste del palacio, vienen sones infantiles: Cuatro criaturas corretean y gritan, dichosas, al borde del agua mientras suspira la tarde acalorada y húmeda en el jardín de los lirios.
NOTA
Ţara Românească (que se traduce literalmente como «País Rumano») es el antiguo nombre de la región de Valaquía.
Un lugar de ensueño que guarda en sus paredes el mistero a medias de real pesadilla…
Al menos, Radu lo rememora.
La estrofa final añade un deje poético a esta tragedia.
Abrazos
Efectivamente, Trini. Los paisajes de cuentos de hadas tienen, también, lúgubres rincones donde habitan los monstruos.
Besos.
Ayer jugaban los del «fúrgol» sub-19 en un lugar llamado como el palacio ese.
Los paises que antes pertenecían al bloque comunista están siendo un descubrimiento para el europeismo occidental con sus maravillas maravillosas por admirar.
Salud.
Maravillas que maravillan…
Ojalá el turismo ayude a la maltrecha economía rumana.
Saludos cordiales, Fer.
P.S.- Ains… en fútbol estoy pez.
Precioso lugar que, según cuentas, oculta entre sus muros espantosos sucesos de una época oscura de la historia, ya no solo rumana, también europea.
Y como suele ser costumbre y no por eso normal, los guías turísticos hablando y el personal a lo suyo. A eso se llama poco interés y a eso se llama poco respeto al trabajo que realiza el experto.
¨Saludos
Rumanía, como cualquier país, combina sin problemas hermosura y espanto, y quien gusta de historias -horrrendas o reconfortantes- no se lleva ninguna decepción. Las huellas de los antepasados están cinceladas en las piedras embellecidas de los monumentos y edificaciones que contemplan, no importa dónde, los ojos transeuntes.
Cordialísimos saludos.
El palacio es una belleza tan poco conocida como tantas de la historia y la realidad de Rumanía, pais del que se tiene, en el resto del mundo, una idea muy equivocada por lo oculta que se ha mantenido durante tantos años.
Besos
El imán de la historia, omnipotente atracción a la que no podemos resistirnos.
Desenterrar el pasado para comprender el presente y despejar el futuro.
Un abrazo.