«La espiral (blanca) del tiempo»: Archivo personal
1
Mi memoria es la memoria de la nieve. Mi corazón está blanco como
un campo de urces.
En labios amarillos la negación florece. Pero existe un nogal
donde habita el invierno.
Un lejano nogal, doblado sobre el agua, a donde acuden a morir los
guerreros más viejos.
En un mismo exterior se deshacen los días y la desolación corroe los
signos del suicidio:
globos entre las ramas del silencio y un animal sin nombre que se
espesa en mi rostro.
2
No existe otra espiral que el bramido del tiempo.
Amasar la memoria es bondad de alfareros, lentitud de veranos en
fabulación.
Las grosellas derraman granates en la nieve y los silencios más antiguos
en humo y humildad se desvanecen.
¿Dónde encontrar ahora el amargor del muérdago y el agua?
¿Dónde la ocultación de las leyendas y los bardos?
3
Este es un paisaje de miradas de nata y tejados helados. Es un paisaje
helado e indestructible.
Los niños muertos juegan junto al molino con cuévanos vacíos y
varas de avellano.
Coronan de laurel y de nieve sus cabezas mientras, tras los marzales,
aúllan a la luna, dolor del amarillo.
¡Dolor del amarillo! Hay en la noche cánticos sagrados y láminas de
plata y hogueras rumorosas como lenguas de escarcha.
Como si todo fuera igual. Como si no hubieran pasado tantos años.
[…]
Julio LLamazares. Fragmentos de Memoria de la nieve.