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Posts Tagged ‘aves’

«Traveller Migrations»: Alfonso


Mientras el cierzo hostigaba al automóvil entre bamboleantes movimientos, se acercaron ellas, en vuelo bajo, al castillo de Montearagón. Venían del sur; quizás, de las inmediaciones del embalse de Valdabra. Tal vez llegasen al centenar, en formación desigual y griterío sostenido. Bajas. Muy bajas; tanto, que casi se advertía el desacompasado palpitar de sus pechos grisáceos lacerados por las embestidas del cierzo que, embravecido y despiadado, desplegaba su invisible furia desde los nubarrones inflamados de agua a las ancianas y sufridas carrascas que montan guardia permanente en la cuneta.

Todavía no habían sobrevolado las aves de cabecera la torre albarrana de la fortificación, cuando se produjeron, entre caóticos batires de alas, las primeras deserciones en el cada vez más precario orden de la miríada. Los grúidos que conformaban la rezaga viraron bruscamente hacia el este, trazaron un perfecto semicírculo y recularon al sur; el resto de las grullas se dispersó en vuelo errático, ora al oeste ora al este, hasta que, cuando las volátiles iniciadoras de la desbandada ya se perdían a lo lejos de regreso al humedal, el grupo rezagado se recompuso y siguió la misma ruta de sus compañeras.




…daba mandobles el cierzo a la mañana.

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Gyps fulvus

«Buitre en una acera oscense» (detalle): S.E.


Dicen que, tras desesperados vuelos rotatorios, se dejó caer, exhausto, sobre el asfalto, con la envergadura desplegada y el pico abierto en muda llamada de agonía.

Dicen que, tal vez vez enfermo o deshidratado, rehízo su apostura ante las humanas miradas expectantes y encaró, erguido e indiferente, los flashes, bocinas y palabras de aquel entorno ajeno a sus instintos.

Dicen que, aturdido, contemplaba el infinito reflejado en el ladrillo rojizo de las casas mientras manos atrevidas le acariciaban el plumaje bajo el que palpitaba el miedo.

Dicen que no se resistió a ser izado, transportado, anillado y enjaulado. Y sólo cuando, días después, otras manos generosas lo depositaron en el otero, fijó el buitre leonado sus pupilas en las presencias que lo acompañaban y, lentamente, se distanció del suelo.

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