«Calma»: Archivo personal
“y… ahí está el chilindrón. Una fuente de barro vidriado color miel de monte, llena casi hasta el borde. Piezas de pollo reventando de dorado color, el color de los adobes a medio cocer. Escandalizando la ternura de la salsa, muda, asustada de verse retratada, el verde quemado y el rojo perdido de los pimientos que el fuego apaga y suaviza. Cerca, el porrón de vidrio verdinoso con los púrpuras del vino en su interior. Más atrás, sobre el color poniente de una ventana, un cántaro exuda una esperanza de frescor de pozo, de acequia, de manantial, venero que descubre misterios encendidos entre arenas y piedras de más abajo, mucho más abajo del camino y la mies. Yo pienso que Goya no se hubiera negado a pintar así mi chilindrón”.- Julio Alejandro.
Sobre el cojín bordado de petunias que cubre el asiento de anea del sillón, el libro abierto; no importa en qué página porque todas las que se suceden en Breviario de los chilindrones son troneras abiertas a paisajes, aromas y sabores tejidos en la memoria aragonesa del viajero, dramaturgo, guionista, novelista, poeta, profesor universitario, anticuario, decorador, director artístico, gastrónomo y marino que fue Julio Alejandro, el hombre que entendió y extendió el surrealismo buñueliano en los elaborados guiones de Abismos de pasión, Viridiana, Nazarin, Simón del desierto, Tristana y en la dirección artística de El ángel exterminador.
La vida de Julio Alejandro conforma un extenso e involuntario guión en una sucesión de imágenes cinematográficas que abarcan todos los géneros posibles. Ayudante del que fuera ministro de Marina y luego Presidente del Consejo de Ministros de la República, José Giral, fue perseguido por los dos bandos al estallar la guerra (in)civil y tuvo que huir a Francia ayudado por Indalecio Prieto. Posteriormente, en 1939, se traslada a Lisboa y después a Filipinas, donde será azuzado por japoneses y americanos. Operado de apendicitis, sin anestesia y en condiciones higiénicas espantosas, terminará internado en un campo de concentración bajo mando norteamericano; desde allí, y gracias a un visado proporcionado por el cónsul español, se enrola como friegaplatos en un barco y recala en EEUU para proseguir viaje a México, Chile y Argentina. Consigue regresar a España a finales de los cuarenta y estrena algunas exitosas obras teatrales que la crítica atribuye al entonces exiliado Alejandro Casona; desengañado, marcha a México donde, en 1953, se encuentra con Luis Buñuel, con el que trabajará en algunas de sus películas.
Llevan las palabras el ulular del viento del Moncayo que el cierzo de las sierras de Gratal y Guara celebran y acompañan mientras vuelan las nubes adiposas hasta la mar dilecta para depositar el eco entre las caracolas volteadas en el espumoso oleaje.
Huesca. Chimillas. Bulbuente. San Sebastián. Madrid. Alhucemas. Shangai. Toulouse. Lisboa. Manila. San Diego. Santiago de Chile. Buenos Aires. México. Jávea… Geografía vital de azares, penurias, dichas, combates, pasiones, escrituras, amigos, regresos, reconocimientos, muerte.
Julio Alejandro Castro Cardús —Julio Alejandro, para el mundo cinematográfico— nació en Huesca, el 27 de febrero de 1906. Apasionado de la poesía y el mar y reconocido como un extraordinario guionista cinematográfico —labor a la que se dedicó en México durante 35 años—, falleció en Jávea, el 22 de septiembre de 1995, en su casita frente al mar, mientras tomaba café y charlaba con sus amigos. “Soy aragonés y, por tanto, español; vivo en México, y por encima de todas esas cosas soy poeta; después, escritor de teatro; después, escritor de cine; después, escritor para televisión, y después, nada…”, dijo de sí mismo. Sus cenizas fueron esparcidas cerca del monasterio de Veruela, como era su deseo. Una de sus hermanas, la monja teresiana Carmen Castro Cardús —nacida en Huesca, en 1910 y fallecida en Madrid en 1948—, fue la directora de la prisión de mujeres de Ventas donde estuvieron encarceladas —hasta su fusilamiento, el 5 de agosto de 1939— las conocidas como Las Trece Rosas.
A Julio Castro
Desde las altas tierras donde nace
un largo río, de la triste Iberia,
del ancho promontorio de Occidente
—vasta lira, hacia el mar, de sol y piedra—,
con el milagro de tu verso, he visto
mi infancia marinera,
que yo también, de niño, ser quería
pastor de olas, capitán de estrellas.
[…]
Dios a tu copla y a tu barco guarde
seguro el ritmo, firmes las cuadernas,
y que del mar y del olvido triunfen,
poeta y capitán, nave y poema.
—Fragmentos del poema dedicado por Antonio Machado, su padrino literario, a Julio Alejandro—
¡Madre mía! hay personas que en una sola vida viven cien vidas. Tampoco conocía a Julio Alejandro Castro Cardús. Un montón de personajes aragoneses estoy conociendo. Gracias. Buenas noches.
La vida de este hombre da para muchos guiones. Por fortuna, recibió en vida todos los reconocimientos posibles. Y, sí, esta tierra aragonesa que nos acoge ha sido y es cuna de gente que merece ser recordada.
Gracias a ti.
Salud.
Que vida más azarosa… Me llama la atención que, cuando estrenó teatro en Madrid, los críticos lo consideraran un «hombre de paja» de Casona. ¿Se parecía escribiendo?
Julio Alejandro escribió, también, alta comedia. Pero como desconozco su teatro, no puedo opinar. Lo que sí sé es que, en una entrevista que le hizo Vicente Molina Foix, aseguró que él y Casona no tuvieron niguna relación, que ni siquiera llegaron a conocerse.
Has puesto una foto fantástica en la entrada.
Es una foto sugerente.
No sabía de todos esto. Es un personaje «tapado» (no tan conocido , digamos) para mi. Pero veo que influyó en muchos autores importantes de la historia.
¿En serio le sucedió eso, le atribuyeron obras de él a Casona? ¿Tenés más detalles de todo eso?
Quedé anonadado.
Abrazos!
Es desconocido para el gran público pero una figura en el mundillo cinematográfico; hay incluso un concurso anual de guiones que lleva su nombre.
Que atribuyeran sus obras a Casona fue una de las razones para instalarse en México, dicho por él mismo y recogido en un par de biografías que se escribieron sobre él, además de una entrevista donde señaló incluso el periódico -el diario español Ya– donde se decía abiertamente que las obras estrenadas en Madrid por Julio Alejandro habían sido escritas por Alejandro Casona.
Otro abrazo.
De Julio Alejandro no he leído más que lo que tú pones, pero a Casona sí lo conocí bien cuando sus obras eran representadas en el mítico Estudio 1 de TVE. Y recuerdo que al principio me gustaban, pero luego empecé a verlas muy cursis. Ahora es uno de los autores preferidos de las compañías de teatro de aficionados.
De Julio Alejandro solo conozco las películas de Buñuel que guionizó y el Breviario de los chilindrones, que es un libro de vivencias donde se entremezcla el universo del Aragón que él amaba y recordaba; de su teatro no sé nada. A raíz de la celebración del centenario de su nacimiento, se publicaron monografías y artículos y una biografía, que son los textos que me lo dieron a conocer de manera más personal. De Casona tengo tres libretos y he visto un par de obras suyas; hoy en día está bastante trasnochado, en mi opinión.
De las películas de Buñuel yo salía siempre con la sensación de que se me había escapado algo y no se si el «culpable» era el director, el guionista… o yo.
Es que Buñuel, muchas veces, era retorcido y bastante amigo de chanzas.
Volviendo a leer el párrafo de Julio Alejandro, pienso que sí tiene un cierto parecido con la forma de escribir de Casona. Por eso resultaba tan irreal una acción con los personajes hablando así.
Pero ese párrafo no es de ninguna obra teatral sino de una especie de memorias íntimas en las que desgrana sus recuerdos. Quizás, lo más aproximado al teatro suyo que desconocemos sean las películas de Buñuel en las que intervino en el guión y que, en muchos casos, conforman la teatralidad absoluta incluso en la forma en la que fueron filmadas.
En sus guiones para Buñuel, Julio Alejandro era muy galdosiano, aspecto que le encantaba al director. Con Buñuel tuvo sus desencuentros, pero terminaron siendo amigos y cómplices y ambos se congratulaban de su trabajo conjunto, conscientes de que había sido la labor de los dos la que daba entidad al resultado final. Julio Alejandro era, además, un excelente decorador que ponía piezas propias al servicio de la escenografía cinematográfica porque él entendía las escenas a filmar como si se trataran de partes de una función de teatro.
Una vida que da para muchos guiones. Un hombre muy interesante que siempre fue muy coherente con lo que sentía; su tierra, su identidad, su profesión y su manera de actuar. No lo tuvo fácil, pasó muchas penurias con el exilio pero supo hacer grandes cosas con su vida y me gusta pensar que nunca se arrepintió de lo contrario.
Gracias por traérnoslo hasta aquí.
Un abrazo, Una mirada….
Yo creo que no hubo de arrepentirse de nada porque, independientemente de los malos tiempos, siempre hizo lo que quiso, y eso, que no siempre está al alcance de cualquiera, le dio la felicidad personal. Luego, su trabajo podrá gustar o no, pero él lo disfrutó hasta el final.
Un abrazo.
Aquí, al chilindrón se le llamaba antes «pollo de verano», nombre que viene de la época en que solo en verano había pimientos y tomates.
En Huesca, el pollo al chilindrón es un plato típico de la gastronomía local; la de pan que mojo en esa salsa…
Y si queda salsa, ¿has probado a cuajarle un huevo? ¿O a utilizarla para un huevo al plato?
Pues mira, así no la he probado nunca, entre otras cosas porque la salsa del pollo al chilindrón nunca nos sobra; el unto, que así lo llamamos por aquí, es lo que más nos gusta.
Aquí le llamamos «mojar sopas».
Muy ilustrativo.
No he leído nada suyo, pero sí he visto unas cuantas de las películas de Buñuel y las de su etapa mexicana me gustan más. Mi preferida es Los olvidados, aunque luego hizo otras muy buenas en España. En cambio, Abismos de pasión, una en la que colaboró Julio Alejandro me gustó menos.
Buñuel supo tener a su lado buenos guionistas; co-guionistas, mejor dicho, porque él lo controlaba todo y en todo ponia su personalísima visión, guión incluido. En el guión de Los olvidados intervino hasta Max Aub, aunque el peso lo llevó Luis Alcoriza, tambén exiliado español y, como Julio Alejandro, del círculo íntimo del cineasta.