«Susurros y caricias en Espinal»: Gorka Zarranz Fanlo
«Lo más parecido al cielo o al más allá podrían ser los días que pasamos juntos en el valle del Irati… el territorio más malditamente salvaje de los Pirineos.»-. Ernest Hemingway, en una carta a su esposa.
Una liviana y fresca brisa mañanera acompañó al mujerío todo el camino. Antes de avistar la antigua Casa de Baños de Iturrialdea se toparon con la pareja de turistas australianos de edad madura que, en pos del recuerdo de Hemingway, las había adelantado a las afueras de Espinal, mientras ellas se entretenían jugueteando con los caballos del señor Gabriel.
Hemingway había descubierto, amén de los Sanfermines, esa localización del Pirineo navarro allá por 1924. Con su esposa, Hadley Richardson, había tomado las aguas medicinales en ese mismo balneario y, sobre todo, se había ejercitado como pescador —siempre con una cesta de cervezas al lado de la de las truchas— en el río Irati. De aquellas vivencias navarras surgiría su novela Fiesta, cuya escritura coincidió con el fin de su matrimonio con Hadley.
Cuando la pareja australiana emprendió el regreso, ellas extendieron las toallas e, indiferentes a los 14º de temperatura ambiente, se sumergieron, estremecidas, en las evocadoras aguas y se tendieron, entre temblores, bajo un Sol más testimonial que efectivo, dejando que las horas se deslizaran por sus cuerpos expuestos hasta que nuevas voces desbarataron el sortilegio y, todavía con los bañadores y los cabellos húmedos, dieron cuenta de los bocadillos de carne empanada que les habían preparado en el bar.
Cuando pescaba no se me había ocurrido llevarme unas cervezas en la cesta, así si era un mal día y hacía frio, se las echaba a las truchas y verían el cebo doble y se tirarían a por ellos como locas. Buena forma de pescar.
No sabía que Hemingway se había hecho pescador de truchas en el Pirineo Navarro.
Era ya muy aficionado a la pesca antes de conocer la Selva de Irati, que le maravilló. Allí, además de las truchas, podía alejarse de las francachelas sanfermineras y pasar tres o cuatro días relajado. No sé si compartiría las cervezas con las truchas, aunque con lo bebedor que era no creo que desperdiciara ni una gota.
Lo Hemingway con la pesca creo que era una válvula de escape, dejando de lado la metáfora en días de ocaso que hizo con el Viejo y el Mar. En Lekunberri, como ya sabrás, también se habla de su paso por allá y de su estancia en un conocido hotel… Creo que en Fiesta menciona también a Burguete… pero no recuerdo bien. Lo dicho, por lo que se lee y se adivina, parece que esas escapadas de pescador las empleaba como terapia y remonte de resacas…
«…dieron cuenta de los bocadillos de carne empanada que les habían preparado en el bar». Cerrar un texto con esa frase, es dejarle a uno con un hambre terrible…
Saludos!
No se conciben una caminata y un buen baño -o una jornada de pesca- sin aliviar el estómago. En eso don Ernest era también un experto… Es una lástima que, en España, la novela «Fiesta» la circunscriban exclusivamente a los festejos pamplonicas obviando ese Pirineo navarro cuyas pinceladas llenan la novela. He leído, además, que es posible que parte de la novela «El viejo y el mar» la escribiera Hemingway bajo las encinas del pantano de Usotz, en aquellas visitas de extranjis que realizó por los paisajes que le habían encandilado.
Salud.
Un pasaje muy evocador. Me trae recuerdos de cuando iba por el hayedo, y me dan ganas de volver por esta región tan bonita. Yo soy más de comer truchas que de pescarlas, pero a un paseo por un lugar bonito y tranquilo nunca digo que no. Sobre todo si me esperan unos bocadillos de carne empanada.
Es que el territorio del Irati atrae. La Naturaleza, en general, muestra siempre esa grandeza que atrapa a los seres humanos y despoja su espiritu de todo lo accesorio. Solo hay que dejarse envolver.
Leí hace mucho tiempo «El viejo y el mar» y tengo buen recuerdo de él. Después emprendí «París era una fiesta», me resultó pesado y lo abandoné, algo tendría que ver que fuera muy jovencita y buscaba otro tipo de experiencias en las lecturas.
Temo que los buenos libros del pasado han sido sustituidos por bestsellers.
Fin del verano y de las vacaciones. Feliz fin de semana.
Un abrazo.
Cada etapa de la vida tiene sus libros. Y en cada una de las siguientes contamos con más elementos de juicio para interpretar y juzgar lo que se lee. Pero, por encima de cualquier cosa, lo importante es disfrutar leyendo.
Otro abrazo. Y feliz rentrée.
Lejos del mundanal ruido, se me antoja un destino de lo más apetecible.
Y con la manera que tenía Hemingway de ver y entender la vida, se me hizo muy ilustrativo este pasaje que relatas.
Una vez que he mirado a mi alrededor y entre otras cosas, he tropezado con tu blog, me ha gustado tanto que con tu permiso pasaré en más ocasiones.
Un saludo.
Un personaje, Hemingway, digno de detenerse en él, sí.
Sé bienvenida y el gusto será mío si te pasas por esta casa.
Hace mucho que toqué al jeminguay, que ya ni me acuerdo, pero saqué en conclusión que tenía que ser un gran contador de historias y farras de bar, porque tiene un estilo especial metiendo sebo, es decir que engrandece con un facilidad increíble, hasta el límite de lo creible, cualquier paisaje, o tabernucho de mala muerte, vamos que es único para publicidad de turismo. (no se si me explico), que no quiero decir que aquel valle de Irati no sea el paraiso, que no, que no, pero la «La Bodeguita del Medio» en la Habana es un barucho con una barra en z y otra añadida para colocarte un mojitojeminguayo, nada recomendable.ni el bar ni el mojito
Por mucha hipérbole que derrochara mister Hem, en el caso de la Selva de Irati no hay suficientes palabras para describir su magnificencia. De la bodeguita que mencionas, tratándose de un garito de bebercio -con lo aficionado que era este hombre-, los efluvios alcohólicos pudieron influir en su percepción. Supongo que tras unos buenos lingotazos, la diferencia entre barucho y salón de catas estaba fuera de sus coordenadas.