«Recreando a Monet»: Archivo personal
“Si escribieras sobre él, sólo podrías hacer el retrato de un hombre bueno”. La voz grave de Agnès Hummel tiembla en el auricular, como si una racha de viento hubiera atravesado la línea telefónica imponiendo sus vaivenes.
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Flaco. Siempre flaco. Con un eterno brillo tristón en las pupilas; las líneas del rostro marcadas como costuras; las cánulas portadoras de oxígeno silbando en sus fosas nasales con cada inspiración; la melena agitada, viva; la chaqueta negra cubriéndole un torso de pulmones dolorosamente cansados.
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Otoño en Giverny.
Fuiste a morir en otoño, Leny, entre rojos, marrones, amarillos, naranjas… Fuiste a morir cuando el jardín japonés de Monet se rendía a los ocres y la lluvia estampaba sus brillos perecederos en la vegetación amorosamente dispuesta.
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“También yo fui un migrante”, asegurabas cerrando los párpados. Y recordabas la guerra de España. Volvías a tener cuatro años y rememorabas la violenta intrusión de los dos soldados nacionales en la casa de Espinal y la reacción a vida o muerte de tu madre, que se abalanzó fusil en mano contra ellos hasta que dejaron de ser una amenaza. Y la huída. El hambre. El campo de Argelès donde tu padre, aquel gitano republicano y analfabeto, fue separado de la familia por un tiempo hasta lograr reuniros en La Mayenne, donde tu recuerdo pervive en la escuela que hoy lleva tu nombre, el nombre de aquel niño amante de la lectura que, demasiado pobre para comprar libros, los robaba y se embelesaba con aquellas maravillosas historias en papel.
“Algún día. Algún día…”, pensabas. El pequeño ladrón de libros se convirtió en soldador; el soldador, en baladista; el baladista, en intérprete comprometido. Nunca olvidaste tus orígenes. Miraste de frente a la Vida y a quienes la pueblan. Socorriste a los desesperados, hiciste causa común con los obreros, con los refugiados; no volviste el rostro ante el dolor ajeno. “Es que no puedo hacer otra cosa”, declarabas cuando algún entrevistador aludía a tu generosidad. “Soy un comunista del alma. Me duele la injusticia. No puedo ser indiferente a los lamentos de otros”.
Joaquín [Leni] Escudero —conocido como Leny Escudero—, compositor, intérprete, escritor y actor ocasional, nació en Espinal/Aurizberri (Navarra) el 5 de noviembre de 1932. Falleció en Giverny (Francia) el 9 de Octubre de 2015.
“Fue, por encima de cualquier otra circunstancia, un hombre bueno”, repite Agnès.
Suena, de fondo, la inconfundible y exclusiva voz de Leny.
Me he prendado de este cantante escuchándole en los videos que has puesto. No solo canta sino que vive las letras de sus canciones y leyendo lo que has escrito sobre su vida me emociona todavía más.
Hasta hoy era alguien desconocido pero ha sido un placer saber de él aunque haya sido por algo tan definitivo y triste como su muerte..
Descanse en paz Leny Escudero.
En ocasiones sucede que es la muerte la que nos acerca a la vida de una persona. Y, en cierta manera, continúa viviendo.
No lo conocía, a pesar de que he frecuentado mucho la música francesa.
En su primera etapa, como intérprete de baladas, tuvo mucho éxito. A raíz del Mayo francés evolucionó hacia un compromiso social que le hizo alejarse de la primera línea para participar en giras internacionales a favor de Amnistía Internacional y de causas que no suelen ocupar mucho espacio en los medios de comunicación.
Hemos coincidido en los recuerdos a los que ya no están. Parece que lo da el otoño…
Será porque esos a quienes, ausentes, se recuerda, merecieron, por su actitud en la vida, ese recuerdo.
¡¡un llorón ronda faldas!!, en fin, que las diosas lo dejen reposar sobre sus muslos eternamente.
Que así sea.
(…aunque no fuera, especialmente, un gran ronda faldas).
No lo conocía, ahora ya se bastante más de su vida, «El trovador de Espinal» lo llama «La Vanguardia, «Romántico y rebelde» lo denomina El Pais, «Cantante, cantautor y actor de francés» es como aparece en Wikipedia y de esta manera siguen hablando de el, La Vanguardia (Catala), El País (Catalunya), El País (Andalucía)…
Le siguen blogs y redes sociales.
La música cantada en francés siempre me ha encantado.
Si Leny Escudero pudiera leer las malas hagiografías de la prensa española que se ha hecho eco de su muerte, acabaría con el esternón roto de las carcajadas. Sobre todo porque, ni aun por equivocación, se dignaron dedicarle unas líneas cuando se subía a un escenario.
La sonoridad del francés es tan magnífica que hasta las mayores necedades cantadas y/o recitadas en esa lengua parecen caricias en el tímpano…
Ah, la francophonie…
Estamos grises en los blogs amigos, como oliendo el aire que anuncia el otoño… Que la tierra le sea leve.
Llevas razón. El otoño sacude, contundente, el alma e invita a pasear los quereres espectrales por esa vitalidad estacional aparentemente bronca.
Casi es un consuelo saber q no soy el único q no conocía a este cantante…