«Luna»: Fra
El sol, los árboles, la sed;
al norte, Argel. – MAX AUB
La enfermera regresa sonriente. “Te ha bajado el azúcar a ciento veintidós. Hoy no te pondremos la insulina”, comunica.
Sobre la mesita rodante, la bandeja con la cena. A la derecha, en un bol con tapa gris, el puré de verduras; a la izquierda, un plato con pescado al vapor; en la parte delantera, un yogur natural.
Al otro lado de los ventanales herméticos, la luna rutilante y tan baja que se perfila un mágico relieve de cordilleras agrisadas.
En la mesilla, dos botellas grandes de agua Vittel montan guardia ante tres o cuatro periódicos cuidadosamente apilados. Sobre ellos, un libro forrado en blanco manoseado, con los bordes de las hojas amarillentos y el nombre Max Aub escrito cuidadosamente a mano, con rotulador grueso y verde, en la parte inferior de la cubierta.
Toses, carraspeos, frufrú de ropa de cama, crujidos, susurros, pasos sigilosos y semioscuridad vigilada por las mortecinas luces de emergencia.
Dos puertas más allá de la habitación donde sisea el oxígeno recorriendo la cánula que une la pared con las fosas nasales del paciente, parpadean los fluorescentes recién encendidos y renacen, setenta y dos años después, los poemas de Max Aub de entre las ajadas hojas de esquinas combadas.
La luna —llena luna, luna llena— se contonea en el cielo de Djelfa proyectando su silueta sobre el basto tejido de la tienda marabout que oficia de celda en la Nada del escritor perseguido. Entre sudores y escalofríos, ladeado en la esterilla que moldea el pedregoso relieve del suelo, se le agrupan a Max Aub, en aquel tenebroso comienzo de 1942, las palabras en renglones, dibujando poemas que sobrevuelan la cárcel colonial francesa y se posan, de nuevo, en el hombre apresado.
El hombre es como la tierra:
sementera,
cementerio,
sin frontera.- MAX AUB
Max Aub estuvo recluido en el campo de concentración francés de Djelfa (Argelia) desde el 28 de noviembre de 1941 al 18 de mayo de 1942, hasta que su buen amigo y ángel tutelar de los expatriados españoles, el Cónsul General de México en Marsella, Gilberto Bosques, consiguió, mediante subterfugios, su liberación. El cónsul Bosques, hombre de izquierdas cuyo altruismo le costó, a él mismo y su familia, la libertad, creó una red de ayuda a los perseguidos por los nazis que estuvo activa desde 1939 a 1943 en Marsella, con dos centros de acogida en los castillos de La Reynarde y Montgrand que Bosques convirtió en territorio mexicano y donde cientos de personas de distintas nacionalidades y creencias consiguieron eludir los campos de concentración y obtener documentación y pasajes para cruzar el océano hacia México y otros países de acogida.
«Las razzias casi cotidianas, recordaría Gilberto Bosques muchos años después, eran comunes y corrientes en la Francia de Pétain, y ya no se diga en la Alemania de Hitler. Les tenían echado el ojo a determinados intelectuales a los que la Gestapo no dejaba tranquilos. Aprehenderlos, deportarlos y exterminarlos en los campos de concentración en Alemania era una sola acción. […] A otro que saqué varias veces de un campo de concentración, primero en Vernet, luego en otro cuyo nombre se me escapa, fue Max Aub. Yo lo sacaba y lo volvían a meter a otro, hasta que lo enviaron a un campo de concentración en África, Djelfa. Max Aub jamás se quejaba, todo lo tomaba con filosofía. Hasta fui a África y volví a sacarlo. Escribió un libro, me lo dedicó y me dio el manuscrito: Diario de Djelfa.»
La luna —llena luna, luna llena— va difuminándose, en ese martes de febrero de 2014, entre los destellos anaranjados de la aurora. Toses, carraspeos, voces, pasos, timbres. El hospital se despereza y en la salita —dos puertas más allá de la habitación donde sisea el oxígeno— alguien recoge el libro manoseado de bordes amarillentos y, con él bajo el brazo, accede al activo pasillo donde las auxiliares comienzan a repartir las bandejas del desayuno.
ANEXO
- Max Aub en el “país del viento”: Algunos poemas del denominado Ciclo de Djelfa, de César Núñez.
- Max Aub en Djelfa: Lo cierto y lo dudoso, de Bernard Sicot.
En los amaneceres de los hospitales se puede leer a Max Aub y cualquier otra cosa siempre que la angustia y el miedo nos lo permitan, pero también se puede mirar por la ventana y pensar que la persona del oxígeno ha visto un día más.
Hay lecturas que transportan tan lejos de la propia realidad que, de regreso a lo ya conocido, hasta las preocupaciones han bajado peldaños.
No tuvo una vida excesivamente larga, pero plena en la mayoría de los aspectos, actividades culturales, tertulias, escritos, poesía, pintura, exilio, campos de concentración, nacionalidades, pocos momentos de reposo debió de tener en su vida.
Lo cierto es que en la Francia colaboracionista recibió el msmo trato que el reservado a un peligrosísimo criminal, al parecer, por órdenes expresas del embajador español.
Uno de mis poetas favoritos es Manuel Altolaguirre, al que leo que, también salvó Gilberto Bosques.
Desconocía a Max Aub, así que he cogido sus poemas para leerlos con tranquilidad.
Soy incapaz de leer poesía cuando estoy en el hospital:(
Luego sí, una vez fuera sí: leerla y escribirla, pero dentro no hay manera.
Un abrazo
El cónsul Bosques es una figura reivindicable; muchos literatos y un sinfín de personas desconocidas le deben la vida. El otoño pasado recibió un homenaje en Marsella, ciudad en la que estableció el «cuartel general» para sus refugiados.
La poesía de Max Aub es imaginativay personalísima, pese a que él se consideraba mal poeta…
Otro abrazo.
No he leído a Max Aub excepto aquel pdf que pasaste con las alusiones a la muerte de Acín en ‘La gallina ciega’. El franquismo quiso que fuera un paria, un escritor maldito y lo consiguió con el silencio. Del que no tenía ni repajolera idea es del cónsul mexicano. Es positivo que vaya haciéndose la luz.
Palabra que voy a leer los poemas que enlazas.
Salud.
«Estos que ves ahora, deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides hijo, no lo olvides nunca, pase lo que pase, son…..lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides…».
El párrafo corresponde a una de sus novelas del Laberinto mágico -Campo de los Almendros-. Me emociona y conmueve cada vez que lo leo y/o escucho.
Me ha encantado conocer la labor del cónsul mexicano y saber algo más que el nombre de Max Aub. Fueron vidas intensísimas aunque hasta ahora desconocidas para mí.
Que pases un gran fin de semana.
…y a mí me encanta que te haya encantado, 😀
Buen comienzo y transcurso de semana, Pili, tras los jugosos -espero- días de asueto.