«Ergo»: Bev Hodson
ACTO PRIMERO
Chile. Madrugada del 2 de julio de 1986. Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas -de 18 y 19 años, respectivamente- se dirigen, junto con otros jóvenes, a colocar una barricada incendiaria como protesta contra la dictadura de Pinochet cuando son interceptados por una patrulla militar. Desbandada. Carreras desesperadas. Huídas.
Los militares consiguen retener a Carmen Gloria y Rodrigo y se concatena la barbarie.
[…]Cuando los tiraron al suelo violentamente, riéndose, mojándolos con el inflamable, amenazando con prenderles fuego. Y al rociarlos todavía no creían. Y al prender el fósforo aún dudaban que la crueldad fascista los convertiría en mecheros bonzos para escarmiento opositor. Y luego el chispazo. Y ahí mismo la ropa ardiendo, la piel ardiendo, desollada como raza. Y todo el horror del mundo crepitando en sus cuerpos jóvenes, en sus hermosos cuerpos carbonizados, iluminados como antorchas en el apagón de la noche de protesta. Sus cuerpos marionetas en llamas, brincando al compás de las carcajadas. Sus cuerpos al rojo vivo, metaforizados al límite como estrellas de una Izquierda flagrante. Y más allá del dolor, más allá del infierno, la inconciencia. Más allá de esa danza macabra un vacío de tumba, una zanja donde fueron abandonados creyéndolos muertos. Porque solamente muertos podían argumentar un accidente, un derrame de bencina que prendió sus ropas. Y vino el amanecer, sólo para Carmen Gloria, porque Rodrigo, el bello Rodrigo, quizás más débil, tal vez más niño, no pudo saltar la hoguera y siguió ardiendo más abajo de la tierra.[…].- Pedro Lemebel, «Carmen Gloria Quintana» (Una página quemada en la feria del libro).
ACTO SEGUNDO
Chile. Abril de 1987. Visita del Juan Pablo II . Multitudiinaria misa presidida por el Papa Wojtyla que tiene la deferencia de bendecir al general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte y familia, amén de ponerles, en boca, la consagrada forma que, para los católicos, representa el Cuerpo de Cristo. El despiadado militar recibe la comunión con emoción y recogimiento.
ACTO TERCERO
Chile. Abril de 1987. Encuentro del Papa con los jóvenes. Carmen Gloria Quintana, con las huellas de su tormento visibles en el rostro, espera, junto a otras personas, a que el Santo Padre llegue a su altura.
[…]Carmen Gloria va entre la gente sin dejar entrar la piedad al sentirse observada. Algo en ella le abre paso, cabeza en alto, erguida, como si fuera una bofetada al presente desde la imborrable memoria. Así mismo, cara a cara de Juan Pablo II, mantuvo ese gesto diciéndole al Papa esto me hicieron los militares. Pero el pontífice se hizo el gringo y pasó de largo frente al sudario chileno, tirando puñados de bendiciones a diestra y siniestra.[…].- Op. cit.
EPÍLOGO
España. Noviembre de 2009. Clausura del X Congreso de Escuelas Católicas en Toledo.
«No puedo dejar de ver la imagen de Pinochet comulgando y a mí me califican de pecador público. Pero yo tengo la conciencia tranquila» José Bono, presidente del Congreso de los Diputados, criticando a la Conferencia Episcopal por amenazar con negar la comunión a aquellos políticos católicos que no manifiesten públicamente su arrepentimiento por haber votado a favor de la ampliación de la Ley de Interrupción del Embarazo.
😉
Sí, hay cosas que no se comprenden.
Creo que se comulga con el corazón, con la conciencia y que no hace falta hacerse visible en los pasillos del templo.
Me ha impactado la historia de Carmen Gloria. Tanto que lo de las excomulgaciones me parece una hipocresía tan grande como el universo.
Abrazos
Comunión a l chileno y a Franco y a todos los canallas de turno. Mira tú cuántos acuerdos internacionales sobre derechos humanos ha firmado el vaticano. En cambio cuando detuvieron en Londres al chileno todo eran idas y venidas de arzobispos y cardenales hablando de lo duro que era para el vejete dictador estar retenido. De las barbaridades que se cometieron en Chile, pelillos a la mar, que se trataba de comunistas y asimilados.
Salud.
Pues… muchas gracias por la visita, Elversodeluniverso.
Al parecer, Trini, la historia de Carmen Gloria y los cientos, miles de historias de la crueldad humana quedan reducidas a la nada cuando los que dan las órdenes a los ejecutores tienen hilo directo con los intérpretes oficiales de la divinidad.
Mis afectos.
Uf, Fer, de ciento y pocos convenios internacionales sobre derechos humanos la rúbrica vaticanista no alcanza más allá de doce -¿o son catorce…?-; en la época de la visita de Wojtyla a Chile, ni siquiera los prebostes eclesiásticos reconocían la existencia de los crímenes contra la Humanidad perpretados por los comulgantes a los que aludes.
Saludos.