«El paseante galo del callizo»: Archivo personal
El gallo galo de los panaderos no tiene nombre, empero, los vejetes guasones del guiñote que se apalancan horas y horas en el bar del Salón Social y, conforme ven pasar al cachazudo galliforme, tientan su glotonería lanzándole puñados de maíz de bolsa, olivas rellenas, filetes de anchoa en conserva o el aperitivo que se tercie, lo llaman Fransuá.
El gallo, que desde su arribada al gallinero tomó la costumbre de trasvolar —porque este vuela, vaya si vuela— hasta uno de los laterales del muro del corral, saltar al callizo y darse un garbeo por la plaza, se muestra sociable y compadrea —a la distancia que se le permite, dado que calza unos espolones como navajas albaceteñas— con quienes, sin renunciar a la chacota, le proveen del piscolabis mañanero que complementa la pitanza del corral, sin que el atiborramiento le haya descompuesto la donosa estampa.
Su llegada al Barrio, hace… ¿un par de años…?, fue un espectáculo similar a aquellos de posguerra de los gitanos con cabra equilibrista y pandereta. Otilia, la panadera, había anunciado, con el mostrador de la tahona a modo de púlpito, la compra de un segundo gallo para convivir con el añoso que ya tenían y las catorce gallinas ponedoras, explicando que se trataba de un ave de raza francesa muy diferente en aspecto a las habituales, así que, cuando lo acomodaron en el gallinero, el peregrinaje del vecindario a ver al nuevo residente aviar fue digno de figurar en los ecos de sociedad de una revista agropecuaria, y ¡pardiez que mereció la pena!, porque especímenes como aquel, de alzada no desdeñable y un estrafalario cobertor de coloreadas plumas que bien podían convertirlo en mascota carnavalera, la mayoría de los lugareños solo los habían visto por el televisor. Hubo quien afirmó que tenía toda la pinta de gallo americano de pelea y que, como se descuidara el otro gallo, más talludo pero viejarrón, le iba a rebanar el pescuezo de un solo golpe de espolón. Sin embargo, para sorpresa de todos los entendidos en psicología gallinácea, el ejemplar galo resultó ser tan llamativo como pachorrudo.
Pasadas las dos primeras semanas de tanteo entre los dos machos alfa, ni corrió la sangre ni se escuchó un quiquiriqueo más imperioso en uno que en otro ni hubo variaciones en el tono y la frecuencia del cacareo de las catorce gallinas ni en el ritmo y número de las puestas, concluyéndose en el Barrio que, salvo por las escapadas consentidas del gallo galo, ningún acontecer digno de tratarse en los tradicionales corrillos lenguaraces alteraba la vida en el corral de los panaderos. Y tal parece hasta la fecha.



Qué decepción 😂😂😂Con lo que impresiona su porte. Suele pasar , mucha presencia, mucha presencia y luego na de na. La foto es preciosa.
Buenas noches.
Jajajaja, ya ves, chiqueta, creíamos tener al Freddy Kruger de los gallos y resulta que es un tranquilazo; eso sí, con mucho porte.
Salud.
Dulces gallos que bien que se lleven bien y no hagan pelea. Te mando un beso.
Imagino que algún que otro rifirrafe sin consecuencias habrán tenido porque conviven en el mismo espacio, pero peleas en las que uno o ambos hayan salido lastimados, al parecer, no.
Otro beso para ti.
😃😃 Es divertida tu historia del gallo de colores símbolo de la Francia. 😍
Celebro que te haya gustado.
Salud.
Mucho porte y poco brío. guapa la foto.
Te cuento que si tuvimos un Freddy Kruger, con las gallinas bien, pero se tiraba a Paco cada vez que entraba en su espacio, hasta que un día harto de él, lo puso a volar por la pared del huerto a que se buscara la vida.
Buen fin de semana.
Un abrazo.
Los gallos, aunque gregarios, son de tendencia marimandona y no tienen inconveniente en enfrentarse a cualquiera. Y, ojo, que pueden llegar a hacer daño a una persona cuando se ponen agresivos.
Otro abrazo
Soy Laura. Vuelve el toreo.
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Yo creo que Fransuá es un gallo elegante y listo. No le merece la pena discutir con el otro gallo «más talludo pero viejarrón» si tiene la partida ganada de antemano, con ese porte colorido, estiloso y hasta atractivo, que seguro ha encandilado a las catorce gallinas. Para colmo, se da un garbeo por la plaza para tomarse el aperitivo. ¿Acaso conocemos un gallo más chulo? Mis respetos al señor gallo. Un abrazo.
… más chulo que una legión de ochos es el Fransuà, como todos los gallos que, por genética, llevan la altanería en los andares aunque no sé traduzca en agresividad. Como decía el panadero cuando lo compró: «Mientras pise a las gallinas…» («pisar» en el sentido de aparearse con ellas), y, en ese sentido, no ha trascendido que no fuera cumplidor.
Otro abrazo.
La verdad es que se ve muy bonito el gallo, con su porte elegante y colorido. Te diría que aquí he visto muchos así, pero siempre y cuando le quitásemos esas tonalidades azules. Noooo, que eso es trampa.
Nunca he visto ninguno así, por lo que no me extraña que fuera el foco de atención a su llegada.
La gente de fuera dice que los Canarios somos «pachorrúos», jajaja, de manera coloquial y cada vez más en desuso. Leer la palabra en tu blog me ha hecho gracia, me ha traído recuerdos bastante dormidos. Entre los jóvenes de hace algunas décadas (incluida yo) era muy habitual hablar coloquialmente usando esa palabra, casi a diario, cuando nos íbamos de juegos con las amigas.
Lo de que el gallo se pasee por el pueblo me ha hecho muchísima gracia, campechano y sociable ha salido D.Fransuá.
Gracias, Una mirada.
Te mando un abrazo muy grande con una puesta de sol espectacular.
No sabía eso de «pachorrúos». Me gustan las palabras coloquiales y suelo utilizarlas en textos como este, de desenfadada solemnidad, lo mismo que uso, a veces, palabras en aragonés del vocabulario cotidiano.
Este gallo por esta zona es novedoso porque las gallináceas que se crían son aves normalitas y nada exuberantes. Tampoco es que el gallo galo se pasee todos los días, pero, cuando lo hace, da gracia verlo desfilar y detenerse en la esquina del callejón que da a la plaza, esperando que le echen algo para llevarse al pico.
Una maravilla esa puesta de Sol que cuentas. Otro abrazo, con ella, de vuelta a Canarias
En mi vida he visto un gallo con esos colores. Creí que los colorines estaban reservados a los pavos reales, que de esos sí he visto algunos, pero los gallos a mí alcance han sido siempre muy sosos de vestimenta.
Hay diferentes razas de aves gallináceas, e, incluso entre los ejemplares que se crían en los gallineros españoles, hay gallos heterogéneos en cuanto a aspecto, y aunque carecen del colorido de este, también los hay espectaculares, algunos de plumas sedosas, otros de una negrura preciosa, lo que sucede es que hay mayores mezclas.
En el caso del gallo galo, tan vistoso, hay granjas en Francia en las que se crían gallináceas homogéneas para mantener esa raza concreta. Imagino que, en algún momento, hubo cruces con ejemplares salvajes de Asia y America, que son muy coloridos, y eso ayudó a fomentar ese aspecto llamativo.
La verdad es que hace muchos años que yo no veo más gallos que los envasados en bandeja del super o, como mucho, los de la carnicería. O sea, que no he visto una pluma ni de lejos…
Ya imagino que de haber casas con gallineros en Granada no estarán en el centro sino en el extrarradio.
Mucho porte y nombre genial, pero…
Se parece a Bartolito, el de los dibujos animados que mira mi hija: La granja de Zenón.
Y me acordé que la última vez que me quedé a dormir en un campo me despertó el gritería de los pájaros y gallinas. Pues un caballo desbocado se había metido en la finca y no había quien pudiera domarlo y sujetarlo.
Un abrazo, hasta la próxima vuelta!
A buscar un vídeo del Bartolito de «La granja de Zenón» me he ido. Vaya gallito pinturero y qué bien realizados los animales. Es una granja idílica de la que Celeste disfrutará muchísimo.
¿Dormías en un campo…? Supongo que dentro de una tienda. Menudo despertar… Anda, que si al caballo desbocado le da por ir donde dormías… Uf…
Otro abrazo y hasta la siguiente visita