«Matando moscas a cañonazos»: Archivo personal
Empezó a darle vuelta al café con leche con la cucharita. El líquido llegaba al borde, llevado por la violenta acción del utensilio de aluminio. (El vaso era ordinario, el lugar barato, la cucharilla usada, pastosa de pasado.) Se oía el ruido del metal contra el vidrio. Ris, ris, ris, ris. Y el café con leche dando vueltas y más vueltas, con un hoyo en su centro. Maelstrom. Yo estaba sentado enfrente. El café estaba lleno. El hombre seguía moviendo y removiendo, inmóvil, sonriente, mirándome. Algo se me levantaba de adentro. Le miré de tal manera que se creyó en la obligación de explicar:
—Todavía no se ha deshecho el azúcar.
Para probármelo dio unos golpecitos en el fondo del vaso. Volvió en seguida con redoblada energía a menear metódicamente el brebaje. Vueltas y más vueltas, sin descanso, y ruido de la cuchara en el borde del cristal. Ras, ras, ras. Seguido, seguido, seguido sin parar, eternamente. Vuelta y vuelta y vuelta y vuelta. Me miraba sonriendo. Entonces saqué la pistola y disparé.
MAX AUB: Crímenes ejemplares (edición de 1957).
Cuando Max Aub (1903-1972), literato de inventiva sobresaliente, publicó en México sus Crímenes ejemplares, la reacción de la crítica fue de indiferencia. “Una obrita menor del gran Aub”, decían, “que no se la tomamos en cuenta porque es muy respetada su trayectoria”. Hubo de esperar a la edición de 1969, en la que añadió nuevos cuentos y microcuentos, corrigió algunos y expurgó otros, para que esa aparente obra menor empezara a calar en entendidos y lectores y a ser considerada original y propia de un autor que ya había demostrado suficientemente su capacidad creativa más allá de aquellas novelas sobre la guerra (in)civil española, El laberinto mágico, en las que impuso ese sello suyo vehemente y dolorido. Porque ese Max exiliado que nunca dejó de sentirse español pese a su origen parisino (“Se es de donde se hace el bachillerato”, afirmaba) fue un concienzudo trabajador de las letras (poemas, cuentos, novelas, artículos periodísticos, ensayos, obras de teatro, guiones cinematográficos…), un malabarista de la literatura capaz de pergeñar biografías de personas imaginarias a las que dotaba de unas vidas tan auténticas y documentadas que resultaba difícil descubrir que jamás existieron en el mundo real.
El Oficial Mayor de la Unión de Autores Cinematográficos me devolvió amablemente mi manuscrito:
—Lo siento mucho, señor, pero la comisión de registro ha dictaminado que su argumento no se puede aceptar porque su historia es idéntica a otra que registró hace un mes el señor Julio Ortega.
—No es posible. ¡Esta historia se me ha ocurrido a mí! ¡Es mía!
—Según dicen, sólo varia el titulo y unos pequeños detalles.
Era imposible. Era una historia muy buena, completamente original. Seguramente le habría gustado a alguno de los componentes de esa misteriosa comisión, y decidió apropiársela. Apuré mi paciencia:
—¿Puedo ver el argumento del señor Ortega?
Me lo tendió y lo hojeé. Efectivamente, los dos asuntos eran muy semejantes. ¡Pero era imposible que se le hubiese ocurrido a él! ¡Aunque lo hubiera registrado antes que yo! ¡Así lo escribiese antes que yo! ¡La idea era mía y nada más que mía! ¡Era un robo!
Así lo dije, así lo grité. No lo quisieron comprender. No acertaron a darse cuenta de que el tiempo no importa absolutamente nada para las ideas. Muy pocas gentes saben lo que es poesía: la confunden con la historia, con la historia falsa que inventan para satisfacer sus mezquinas necesidades. Yo vi cómo cuchicheaban, sonreían. ¡Botarates! ¡Hasta me sonrojé! No me pongo colorado más que cuando me achacan algo falso. Se me revolvieron las tripas.
Entonces entró el señor Ortega. Era un hombre completamente vulgar, a quien evidentemente no se le podía haber ocurrido aquella idea: la frente estrecha, la panza grande; con tipo de carnicero. Lo hice con la plegadera, pero lo mismo hubiera podido ser el pisapapeles. Sangró como un cochino.
MAX AUB. Op. Cit.
NOTA
En 2020, la editorial española Reino de Cordelia publicó una nueva edición de Crímenes ejemplares, con ilustraciones de Pedro Arjona.
Uno te pone nerviosito perdido y el otro sientes que te ha plagiado ¡es que es para matarlos!
Genial Max Aub.
Un abrazo, Una mirada
Ahí, ahí. No dejan de ser crímenes con circunstancias eximentes. Vamos, que si no hubiera tenido agallas don Max, le hago yo el trabajillo, jeje.
De vez en cuando, merece la pena releer a Aub.
Más abrazos para ti.
Si, estoy contigo, merece la pena leer a Aub… tuvo que ver con Picasso y con el paradero … supuestamente provisional … del Guernica. Saludos.
Como agregado cultural de la embajada española en París fue el encargado de contactar con Picasso y hasta de pagarle, eso es lo único que sé de su relación con el Guernica.
Salud.
Si, eso fue todo… feliz jueves/viernes y Salud!
Igualmente, Francisco.
Estoy tratando de recordar donde leí yo artículos y relatos de Max Aub. Es más, eso de la cucharilla lo recordaba perfectamente y, sin embargo, estoy segura de que no lo he leído hace un montón de años.
Tengo entendido que, a partir de 1964, algunos cuentos suyos se publicaron en España y puede que en la Revista de Occidente le dedicaran algún número. Supongo que serían textos no comprometidos políticamente porque él estaba vetado en España y le costó mucho conseguir el visado cuando vino, en 1969, a documentarse sobre Buñuel para un libro que quería escribir.
Pues no se… Ese tipo de revistas no se vendían en los quioscos, solo por suscripción, y yo recibía un par de ellas, pero esa no.
Entonces no sé, salvo que de Max Aub llegaron a España ediciones en los sesenta de algunos de sus libros.
Genial relato el fina te deja pensando . Te mando un beso.
Puro humor negro el de esos relatos.
Salud.
Sabía de su relación con Picasso, pero no he leído a Aub, aunque los crímenes ejemplares deben ser excepcionales, ese humor negro tan dificil y que tanto me atrae. Por suerte no le doy demasiadas vueltas al café pues pongo muy poco azucar, pero andaré con cuidado. Ya he localizado la edición que mencionas. A ver si está en mi librería de referencia, mejor que pedirla por internet. Un abrazo.
Lo bueno de estos crímenes es que son cuentecillos cortos, algunos apenas pequeños flashes que hacen de lo absurdo genialidad. Es un escritor que me gusta porque sabe tocar cualquier tecla, ya sea con pulsiones dramáticas o frívolas, además de ser su propia vida personal muy novelera.
Otro abrazo.
En alguna ocasión mi padre me recomendó la lectura de este autor. Seguro que tengo alguno de sus libros, que ya digo eran de mi padre, entre ellos recuerdo «Campo del Moro». Los buscaré.
Yo, como el amigo Sabius no le pongo azúcar el café.
Salud.
Buena tarde.
Imagino que tu padre quería que tuvieras una visión de la guerra desde dentro (lo digo por Campo el Moro) y Max Aub no solo expone la tragedia sino que desgrana los nombres de los protagonistas y describe los hechos hasta tocar la moral de quien lee…
(Así que como no enredas con la cucharita, te libras de poner a mil al cliente tiquismiquis… Haces bien, jeje).
Salud.
Hay miradas que incitan a todo.
Buscaré esos Crímenes ejemplares. Me gustan esos libros.
Tampoco pongo azúcar, el café me gusta solo y amargo.
Buena noche.
Un abrazo.
De vez en cuando va bien ese humor corrosivo que imprime Aub en esos cuentecillos que se leen bien porque cada uno es independiente de los demás y no son extensos.
Así que tú ni ris, ris, ris ni ras, ras, ras que dé dentera al cliente de al lado…
Buenas noches, Laura.
Cuidado con el café, amigos, que sube la tensión…
…y despereza.
No conocía de nada al Sr. Max Aub y por lo que veo llevó una vida muy ajetreada, solidario con los desfavorecidos gracias a presenciar un enfrentamiento de la G.C. con algún ciudadano. Además viajó más que el Falcon de determinado personaje muy conocido.
Y sus historias, todo un dechado de imaginación.
Es un autor cuyas obras quedaron relegadas con el final de la guerra. No se le privó de nada (cárcel, campos de concentración, exilio…) y hasta el final de su vida mantuvo una imaginación estratosférica envidiable.
«Entonces saqué la pistola y le disparé». Sublime el final de esa escena corta. Muy del sello de Aub.
Y mira que tuvo agallas, eh? jeje.
«Lo hice con la plegadera, pero lo mismo hubiera podido ser el pisapapeles. Sangró como un cochino».
¡¡Cómo iba a ser aquello idea de Ortega, o de algún otro que no fuera él!!.
Pura esencia Max Aub.
Te mando un abrazo inmenso!
Jajaja, este Aub era increíble. Sabía poner las palabras exactas para vencer la indiferencia de lectores y lectoras y atraerlos a su terreno hasta hacerse cómplices de estos crímenes que, de su mano, resultan convincentes y lógicos. Y, pese al tiempo transcurrido desde que los escribió, mantienen su frescura.
Otro abrazo grande, grande, para ti.
Recuerdo a Max Aub por otras de tus páginas. El Laberinto Mágico, y Crímenes ejemplares seguro son obras que me gustaría leer aunque me parece que eso de los seis volúmenes no son aptos para este momento en que andamos corriendo… veremos más adelante que nos depara el destino.
Abrazos
El libro de Crímenes ejemplares no es extenso y se lee muy bien porque son relatos cortos; no así las novelas que componen El laberinto…, que son más extensas y de un realismo que acongoja.
Cordialidades.