«Città Eterna»: Archivo personal
El segundo día de estancia en Roma, Agnès Hummel, química jubilada, propuso a la señorita Valvanera, la vieja maestra, visitar las Fosas Ardeatinas. “Un hommage à tous ceux qui ont été tués...”[1]. Y allí permanecieron las dos (casi) septuagenarias, ajenas al tiempo transcurrido y al recorrido laberíntico, ante las trescientas treinta y cinco tumbas, alineadas e iluminadas por una rendija de luz que las circunvalaba, hasta que la señorita Valvanera tomó por el codo a su amiga y la guió hacia la rampa que devuelve al pasado el horror respirado en la cueva. Una pronta brisa parecía esperarlas en la superficie llevándoles la discreta fragancia de los pinos de la Via Appia. Entonces, la señorita Valvanera -según relataría después- le habló a Agnès, a trompicones, de los irresistibles gatos que pueblan la arboleda perdida de Alberti en el Trastevere y -ya subidas en el autobús que las dejaría en el centro de la ciudad- convinieron en posponer la visita a Sant’Angelo y recorrer, en pos del poeta, la Via Garibaldi y adyacentes.
…Y el recuerdo del terror subterráneo fue engullido, momentáneamente, por el sugestivo empuje del vate exiliado.
“No quedó«, explicaba la antigua maestra, «sillar, columna, grupo escultórico, estatua, palacio o iglesia sin admirar. Pero cada vez que pienso en Roma no dejo de ver a aquellos infelices, arrodillados por parejas, conscientes de sus últimas bocanadas de vida.”
NOTA
[1] «Un homenaje a todos los que fueron asesinados«.
¡Que horror!
Por muchos años que tengas y muchas cosas que hayas visto, nunca nos deja de asombrar la maldad del ser humano. Humano?…
La señorita Valvanera es mi favorita, me encanta pasear con ella.
Abrazos
…y ojalá ese asombro y la capacidad de horrorizarse sean una constante en los seres humanos.
Muchas gracias, Trini, por estar ahí.
Quizá el mejor homenaje que se pueda hacer a estas y tantas otras víctimas de esa locura, ya pasado el tiempo, sea seguir luchando por un mundo más justo y equitativo, más humano, más fraterno.
En cuanto a Rafael Alberti, tuve el grandísimo honor de conocerle hace ya años en el Puerto de Sta. María, y hace poco más de una semana, estuve en el Museo que es una maravilla, aunque sólo tenía tres horas y no pude verlo todo, pero es como darte un paseo por la historia española, y no sólo la literaria sino la política, la pictórica. Ese museo es un canto al arte, a la libertad y al buen gusto.
Un abrazo
Bonito, entrecomillado, relato de estas dos ancianas, tal vez recordando parte de su niñez. Siempre habrá cosas de nuestra vida que no podremos olvidarlen
Saludos
Añadiré ese museo a mis rutas futuras, Luz, para desempolvar un recuerdo lejano, de hace mucho, mucho tiempo, cuando Alberti, acompañado por Nuria Espert, realizaba tournées poéticas por España.
Abrazos recíprocos.
Los -muchos- años vividos (se nos enfadarán las señoras si las etiquetamos como ancianas) acumulan tantas experiencias que siempre es aleccionador conocer las impresiones de quienes ya casi forman parte de la historia.
Mi cordialidad, Esperanza.
El aire limpio, que aleja el olfato del horror, pero es incapaz de deshacerlo…
Y puede con la sensibilidad de la Señorita Valvanera.
Y con la nuestra
Besos!
El aire, el aire, que todo lo lleva -y, a veces, lo trae-.
Gracias, Almena.