«En el epicentro»: Archivo personal
Se escuchaban el jueves, en la terraza, las voces de las Presas —que desbordan el libro de Tomasa Cuevas— desgranando, por bocas interpuestas, los horrores padecidos y, a la par, iban agrupándose, orondos y atezados, los nubarrones en aquelarre atmosférico, trayendo un viento insolente y férvido que envolvía a las tertulianas del fórum literario e inflaba el toldo rayado bajo el que todavía humeaba la tetera en la mesita de mimbre, junto a la caja de hojalata de las pastas. Fuera del rectángulo entoldado —que empezaba a gotear por las esquinas— se ensañaba el aguacero con el suelo de terrazo mientras Marís repetía la lectura de uno de los párrafos y ya no era su voz, sino la de Trinidad Gallego, la que sonaba, clara, en la terraza, con el mismo deje vehemente de Paz Azzati en los labios de Yolanda o el de Petra Cuevas, unos minutos antes, en los de Oroel. Y aquella terraza del ático enfrentada al Hospital San Jorge, con la ciudad debajo celada por las sierras de Gratal y Guara y la azabachada boina celeste descargándose sobre ella, tomó la apariencia de presidio saturado de féminas con la dignidad intacta, entre chinches, sarna, piojos, avitaminosis, hambre, gritos y hedores. Las tertulianas las vislumbraban a todas, jóvenes y viejas republicanas, cultas e iletradas, desaseadas y famélicas, sujetándose la moral desfallecida las unas a las otras, escupiendo el obligado canto del Cara Sol y cagándose en cada misterio del forzoso rezo del Rosario. Entretanto, María Sánchez Arbós, inconmensurable maestra vocacional, se abstraía de aquella realidad ominosa regresando con el pensamiento a la felicidad de la tiza y la esperanza del renacer de las aulas libres.
Y en el Rincón de la Ignominia, la otra, la carcelera; aquella María Topete Fernández (1900-2000) hierática, cruel, católica, monárquico-conservadora y aristócrata de medio pelo; brazo ejecutor del Glorioso Alzamiento, acumuladora de medallas al mérito represivo, fiel seguidora de las infames doctrinas de Antonio Vallejo-Nájera y más que sospechosa de haber hurtado niños y niñas a las madres presas.
[…] Turbión — Una mirada alrededor […]
Pues muchas gracias por la elección temática.
Estupendo post. Fundamentalmente me he interesado por la biografía de María Sánchez Arbós y las fechas en las que pudo ejercer su profesión como docente. Mucho me extrañaba que no hubiera sido víctima de la depuración franquista con los maestros de la República. Hermanos y primos de mi abuela, que yo conocí, la sufrieron. De ahí mi interés.
Salud.
El colectivo de magisterio fue uno de los más perseguidos y depurados, cuando no asesinados. María tuvo la «suerte» que la directora de la cárcel de Ventas, donde fue ingresada, era Carmen Castro Cardús, otra oscense que, además, había sido alumna suya y le tenía mucho aprecio. Pero las pasó canutas incluso cuando la reintegraron a la vida escolar, pocos años antes de la edad de jubilación, porque el estigma de roja la persiguió hasta el final y no pudo realizar su labor pedagógica como ella hubiera querido.
Salud.
Preciosa foto tomada posiblemente desde el cerro de San Jorge.
Tengo que buscar información sobre el artículo, o cuando menos leer los enlaces que dejas.
La foto está tomada desde uno de los edificios que hay justo enfrente del cerro y del hospital. El artículo parte de la lectura de un libro en el que las personas cuyas biografías están en los enlaces y otras cuentan sus desgarradoras experiencias en las cárceles franquistas tras pasar por días y hasta meses de interrogatorios donde las torturas y palizas (y hasta violaciones) eran lo habitual.
Veo que el ser humano ha hecho aberraciones similares en distintas épocas y diferentes lugares.
Nada que no se haya visto por aquí en la década del 70.
Gracias por los enlaces. Memoria, siempre memoria.
Abrazotes
La ferocidad humana contra el prójimo no parece que se haya amansado desde la era cavernícola. Se mantiene urbi et orbe como repugnante seña de identidad de quienes, supuestamente, poseemos capacidad para discernir.
Abrazos.
Me he puesto a leer la biografía del psiquiatra y se me caían los palos del sombrajo con las teorías del «gen rojo». Vaya loco suelto, lo que le faltaba al franquismo para rematar la vuelta a la antigüedad, a ese médico tendrían que suprimirle el título con carácter retroactivo, no se puede ser mas demente ni más mala persona. Se me ha puesto mal cuerpo.
Saludos.
JBernal
Pues ni te cuento cómo te pondrías si ojearas alguno de sus delirantes panfletos en forma de libros, plagados de aberrantes teorías impropios de una mente en su sano juicio. Pero fíjate qué peligro tenía el tipo que, fruto de aquellas sandeces, seguidoras suyas como la Topete hicieron bandera para arrancar criaturas de las madres encarceladas, fuera del influjo malsano izquierdoso, para llenar con aquellas personitas inocentes hospicios donde apendieran a ser dispuestos sirvientes o curas y monjas o convertirse en progenie de quienes no tenian descendientes propios.
Salud.
Estremecedor relato que nos lleva a un tiempo crucial de nuestra Historia.
Siempre me pregunto lo mismo, los hechos los conocemos, pero no debería el mundo entero pararse con más determiniento a entender (empatizar) y sentir lo que allí sucedió. No son números, eran personas con una vida, una historia y una familia, con sueños propios ahogados por tanto dolor e injusticias.
Gracias por hacer presente tantas voces pasadas, Una mirada.
Un abrazote.
Las desgracias colectivas se hacen más visibles y dolorosas cuando se personalizan, cuando afloran los rostros, los nombres de quienes las padecieron o padecen. Las vivencias con filiación las sentimos más, las hacemos nuestras, ahondan en nuestra sensibilidad porque dejan de ser abstractas y somos capaces de mudar a esa piel y esas sensaciones del otro/la otra. Es, también, un recordatorio de nuestra propia fragilidad ante las acciones perversas de las que somos susceptibles de convertirnos en víctimas.
Otro abrazo para ti.
Yo me he leído también todo lo que he encontrado sobre ese psiqquiatra y lo que más me ha sorprendido es que López ibor compartía algunas de sus ideas, cuando yo tenía considerado a este segundo psiquiatra como un médico muy respetable. Vallejo Nájera sí sabía como era, pero López Ibor creí que era distinto.
Ambos estaban muy ideologilizados, aunque López Ibor fue, quizás, algo más comedido, pero como, fruto de la época, llevó a cabo terapias que, hoy en día, jamás serían avaladas por la psiquiatría moderna. Ambos antepusieron sus creencias y su visión quedó nublada por conceptos que en la actuaidad han sido refutados. El determinismo biológico que López Ibor defendía y que aún tiene algunos apoyos no es sino una justificación del mantenimiento del sistema de castas y va en contra de la igualdad de derechos entre los seres humanos.
Los que vivimos aquellos años de la posguerra, leemos estas cosas y nos preguntamos cómo fue posible que no nos enteráramos de nada. Estos dos psiquiatras de los que estamos hablando, estaban considerados como auténticas lumbreras y suponían un orgullo para nuestro país. De todas esas cosas que se han sabido después no teníamos la menor noticia… De lo que sí se hablaba mucho en revistas y periódicos era de los doce hijos de López Ibor y hasta recuerdo una entrevista a su mujer, en la que decía que era más difícil criar un hijo que doce, con una frase que se me quedó: Un niño con tosferina es un problema; cinco niños con tosferina son un concierto de toses…
En las circunstancias que vivía el país, con una represión ilimitada y el miedo permanentemente instalado en la ciudadanía, tenía cierta logica que campara mayoritariamente la ignorancia. Y quienes no lo ignoraban o lo aplaudían o callaban para protegerse. En aquella normalidad de la posguerra las voces discordantes del interior no tenían altavoz y cualquiera que se saliera de lo impuesto podía perder mucho más que la libertad. Hablamos de los tiempos de impunidad de los vencedores donde la interpretación del bien y del mal venía impuesta.
Me estás recordando cuando bajábamos la voz al contar un chiste en un bar. Quizá no era nada político… pero por si acaso. Que nunca se sabía como podía interpretar las cosas un «social» que estuviera cerca.
Tienes la ventaja de haber conocido y vivido una época de absoluta falta de libertad y conoces, en toda su extensión, el significado de la dictadura. Pero aún hay quienes la añoran y, si pudieran, nos devolverían a ella.
Fíjate si se ignoraban las cosas, que yo he bailado en casa de los Rosales, donde fue detenido Lorca, sin saber nada de eso. Pero es que también he jugado de niña al lado de la Huerta de San Vicente, su última casa, y nadie me contó la historia de esa Huerta ni de sus habitantes, a pesar de que habrían pasado solo trece años o catorce años de aquello. Había un silencio total sobre ese asunto, que yo creo que lo guardaban hasta nuestros padres por miedo a que nos fuéramos de la lengua. .
Miedo. Un terror pavoroso en unos tiempos donde, a la mínima, se podía terminar en manos policiales. Y, fíjate, que al menos en tu caso, por lo que has ido contando desde que nos relacionamos, no conociste la pobreza extrema y tuviste a tu lado a papá y a mamá, pero imagínate si tu niñez hubiera estado cercada por familiares fusilados o encarcelados y con el hambre como compañera permanente, que es la parte de la historia que yo conozco porque la mayor parte de las personas con las que trato son descendientes de los vencidos y han oído hablar a sus familias del calvario que vivieron; con niñas que con diez u once años ya servían en casas pudientes y llegaron a mayores siendo analfabetas, con críos que no pudieron ir a la escuela porque trabajaban en el campo por dos perras gordas… Esas son las historias que he aprendido en mi entorno, de gente que se dejó la piel trabajando para que sus retoños no pasaran ninguna necesidad y pudieran tener estudios para no verse en la tesitura en la que se habían visto sus padres.