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10julio1910

«Primera manifestación feminista. Barcelona, 1910»


A las cuatro de la tarde de aquel calurosísimo 10 de julio de 1910, comenzaron a llegar los primeros grupos de mujeres a la barcelonesa plaza de Urquinaona. Habían sido convocadas por la Sociedad Progresiva Femenina, entidad que aglutinaba a diversas asociaciones de ideario feminista que seguían la estela de su fundadora, Ángeles López de Ayala Molero (1856-1926), una intelectual republicana, librepensadora y laicista que, ya en 1891, había constituido, junto con la anarquista Teresa Claramunt Creus (1862-1931) y la espiritista Amalia Domingo Soler (1835-1909), la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona, una de las primeras organizaciones feministas de la historia.

A las cuatro y media de la tarde, la riada de manifestantes (se calcula que había más de 20.000) se puso en marcha en dirección al Gobierno Civil, coreando el lema principal que podía leerse en la pancarta-estandarte de color rojo que encabezaba la manifestación: Abajo el clericalismo. Viva la libertad.

Apoyadas por las Juventudes Radicales, que ejercían de cordón de seguridad para evitar incidentes con los viandantes, las mujeres  —algunas portando pequeñas caricaturas de la República dando una patada en el culo de un fraile—  llegaron a su destino. Antes de la alocución de López de Ayala recordando a sus compañeras las razones de la convocatoria y el compromiso personal de las asistentes en la defensa de sus derechos, se entregó en la Secretaría del organismo gubernamental un pliego —refrendado con las firmas de 22.000 mujeres— exigiendo la limitación del poder de la Iglesia Católica. Porque de lo que se trataba era de exponer públicamente el rechazo femenino al dominio eclesiástico en todos los ámbitos de la vida, dejando claro que “las mujeres somos seres humanos con capacidad para pensar por nosotras mismas, tomar nuestras propias decisiones y actuar en consecuencia”.


Que la perseverancia en las proclamas de aquellas protagonistas de la primera manifestación feminista de la historia de España tenía más detractores que avalistas lo demuestran los continuos sinsabores padecidos por Ángeles López de Ayala que, además de ser encarcelada en tres ocasiones por la exposición de sus ideas, sufrió diversos atentados contra su integridad y el incendio provocado de su vivienda en Santander. Que en la actualidad, transcurridos ciento catorce años de la histórica marcha, pervivan actitudes patriarcales edulcoradas, cuando no abiertamente sexistas, evidencian que, pese a todo el camino avanzado, resta todavía un buen trecho por desbrozar.

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«Mediterraneus»: Archivo personal


Entre el 4 y el 11 de julio de 1937 tuvo lugar en España el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, en el que el Olimpo literario antifascista de la época celebró  en Valencia, Madrid y Barcelona  diferentes reuniones y ponencias para difundir su inquebrantable apoyo a la República sacudida por un año de guerra cuyo final y posteriores consecuencias ninguno de los afamados conferenciantes podía intuir.

A Barcelona acudió un joven Octavio Paz (1914-1998), recién casado con Elena Garro (1916-1998); en su carpeta llevaba un desgarrador poema escrito días antes, cuando le llegó el doloroso rumor de la muerte, en el frente de Aragón, de su amigo del alma José Bosch.


José Juan Bosch Fontseré, el amigo de Paz, nacido en Sant Feliu de Codines, en 1910, llegó a México con su familia en 1913. Instalaronse los Bosch en Iztapalapa, donde el padre, que había militado en España en la CNT, puso un establecimiento de venta de leche.

En 1929, un ya beligerante José Bosch, coincide con Octavio Paz en el mismo centro de estudios, compartiendo pupitre y una naciente amistad. “A él le debo mis primeras lecturas de autores libertarios. Yo le prestaba libros de literatura -novelas, poesía- y unas cuantas obras de autores socialistas que había encontrado entre los libros de mi padre”, escribiría Paz años después.

Bosch se convierte en indiscutible líder estudiantil, promotor de huelgas y altercados con las autoridades educativas. En 1930, una protesta universitaria, encabezada por José Bosch, contra el gobierno mexicano —aprovechando la visita de unos estudiantes de Oklahoma— tuvo como consecuencia la expulsión del país del joven anarquista, que acabaría dando tumbos por España  de donde también fue expulsado—  Francia, Alemania y Argentina, dejando a su paso su impronta ácrata. Finalmente, y gracias a la mediación de su padre desde México, José Bosch consiguió que las autoridades españolas revocasen su expulsión. Al iniciarse la guerra (in)civil, no tuvo dudas y se alistó en las milicias del POUM.


Aquel julio de 1937, en Barcelona, con su Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón temblándole entre las manos, se dispuso el poeta a leer su homenaje al amigo fallecido. Entonces, al levantar la cabeza, cuando, en palabras del propio Paz, “dirigí la vista hacia el público: allí en primera fila estaba José Bosch”. Los ojos de ambos se encontraron unos segundos. Había asombro en los de Paz y súplica en la mirada de Bosch, que abandonó la sala rápidamente. Cuando, acabado el acto, Octavio Paz y Elena Garro se dirigieron al exterior, un nervioso José Bosch interceptó al poeta; le contó que los comunistas estaban masacrando a anarquistas y poumistas, que su vida corría peligro y que necesitaba urgentemente que le gestionara un pasaporte mexicano para salir del país. Paz recordaría que “le dije que esa misma semana me iría de España. Me contestó: Dame el número de tu teléfono, te llamaré mañana por la mañana”. La llamada no se produjo.

Jamás volvieron a verse ni a comunicarse.


José Juan Bosch Fontseré sobrevivió a la razzia comunista, a la guerra y al franquismo. Vivió en distintos países europeos y acabó instalándose, como anticuario, en Barcelona. Nunca corroboró o desmintió lo sucedido aquel día de 1937 en su encuentro con el poeta mexicano ni quiso saber nada de él en años posteriores. Según confesó a su familia, consideraba a Octavio Paz «traidor y delator«, pero no se avino a explicarles el motivo de tales acusaciones.

Falleció el 8 de noviembre de 1998 en el geriátrico de Palafolls.


«Has muerto, camarada,
en el ardiente amanecer del mundo».

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