«Chill-out»: Archivo personal
La vetusta y minúscula mesita de cristal grueso con patas de haya lacada que durante años ocupara un discreto lugar en la Salita de Recibir de Casa Palomeque, sobrelleva, sin un crujido, el peso de las tres columnas de libros en desconcertante apilamiento. Los relatos de Adelaida García Morales reposan sobre Caperucita en Manhattan, encima de la portada descolorida del díscolo Jean Genet recostado en una recopilación de poemas de Carmen Conde en equilibrio sobre una novela de Javier García Sánchez.
Miguel Sánchez-Ostiz, barojiano, sustenta a Ramón Acín Fanlo, José Luis Corral y Dolores Redondo, apoyados todos ellos sobre la última pilastra donde se apretujan, con los lomos hacia afuera, Eduardo de Guzmán, Camilla Läckberg, Charlie y la fábrica de chocolate, un álbum de cromos de Peppa Pig y los Momentos estelares de la humanidad.
Contempla la pequeña, desde el sofá-columpio que la acoge y acuna, el bosque de papel que se levanta frente a ella y estira sus piececitos desnudos hasta rozar con los dedos el pilar más cercano.
Refulgen, barnizadas de calabobos, las tejuelas de pizarra del porche del jardín donde sestea la niña —ovillada y mecida— mientras los libros velan.
Peppa Pig y Zweig, no resultan tan extraños como combinación si se visitan con el temple adecuado a cada uno de ellos… La colección de autores es tan rica como los recuerdos de sus lecturas, y lo más importante: de lo vivido durante ellas…
Las amalgamas, aun las más extravagantes, siempre tienen divertidas motivaciones, y dado que no varían el deleite y/o la reflexión que se extraen de su contenido, bienllegadas sean.
En cierta ocasión, un amigo descubrió en mis estanterías un libro de Antonio Burgos y dijo sorprendido: ¿Que haces tú con «eso»? Pero resulta que Carlos Cano cantó letras de Antonio Burgos y nadie se extrañó.
Extraños maridajes los hay en todas las artes… Del tal Burgos sólo he leído algunos de sus artículos faltones y reaccionarios, cargados de zafiedad envuelta en ese andalucismo suyo de lunares, cirios y casquivanas -de izquierdas, claro-.
Burgos es todo eso que dices, pero también escribe como los ángeles y es el autor de María la Portuguesa, Habaneras de Cádiz y alguna más de las canciones de Carlos Cano y de otros muchos intérpretes.
No dudo de la capacidad de Burgos para alcanzar con su escritura mucho más de los grotescos artículos que suele pergeñar, pero es que, cuando escucho a Carlos Cano, es el cantor quien me transmite sensaciones; son su voz y sus maneras; su sentimiento y su rostro. Si en vez de Carlos Cano entonando con sentimiento las letras de Burgos, fuera el letrista mismo quien las declamara no creo que despertaran mi interés.
Hace una semana he regalado a Zaragoza Activa tres enciclopedias que hace tiempo utilicé bastante pero en la actualidad no las consulto por culpa de internet.
En primer lugar un diccionario enciclopédico ilustrado abreviado Espasa 16 ó 18 tomos, otro diccionario de la Ciencias 20 tomos, además de uno de informática, este ya casi obsoleto por que las «ciencias adelantan que es una barbaridad» todos ellos en perfecto estado y forrados con unas fundas de plástico para que no se rozaran al consultarlos.
Tengo que llegar alguno más, Zaragoza Activa dependiente del ayuntamiento de Zaragoza los distribuye por las bibliotecas municipales o bien anuncia lo que les vamos donando a la espera de que alguna biblioteca del Aragón les solicite los libros que van recibiendo.
Las enciclopedias en papel terminarán siendo piezas de museo, lo cual no les quita valoración sino todo lo contrario; en muchos aspectos contienen artículos mucho más completos que los que se puedan encontrar libremente en Internet. En cuanto a la cesión que haces de las tuyas, es una acción adecuada porque ningún ejemplar escrito merece un destino distinto al de ser conservado.