
«Fogar»: Archivo personal
Las llamas se ensoberbecen entonando un siseo mutado en alaridos intermitentes que reverberan en la hornacina de piedra volcánica que las constriñe.
Oscilan y se retuercen entre las fauces desdentadas del fogaril que las aloja y custodia.
Braman y se rebelan; se enfurecen y expanden. Bailotean convulsas sin chamán que las amanse ni las refrene ni guíe.
Después, vencidas y extenuadas, van feneciendo, hambrientas de leña, entre aflictivos susurros para extinguirse, al fin, aún contristadas, dejando su impronta lustrosa en la carne que yace sentenciada entre brasas.

