«Grullas en la alberca»: Centro de Interpretación
Al atardecer, una nube batiente y sonora se entremezcla con los primeros destellos anaranjados del ocaso. Las grullas regresan, menos numerosas que en otras temporadas, con su atronador trompeteo y en indisciplinada formación, a los dormideros próximos a la alberca, donde reposan tras su travesía desde el sur. Descienden apresuradas, indiferentes a quienes, en las cercanías, las contemplan con arrobo. Recorren el entorno conocido con sus pausadas y elegantes zancadas, ojeando el humedal con el buche aún dispuesto para la recena.
Anochece y la algarabía se atenúa. Duermen las aves arrulladas por los quejidos de la tierra avasallada por las pisadas humanas que reculan y se alejan. Rugen los coches e iluminan los faros la vecina sierra que, en pocos días, remontarán los gruidos para sobrevolar las crestas pirenaicas y dirigirse a sus hábitats del norte de Europa y Asia. Marchan los intrusos y los alados huéspedes migrantes de la alberca de Alboré sueñan entre sisones, garcillas bueyeras, gangas, gaviotas reidoras, somormujos lavancos, aguiluchos laguneros y algún tímido galápago leproso.
Me ha encantado. No sé si por la forma de narrarlo, pero me ha dado como paz. Aunque las grullas deben de ser bastante ruidosas.
Salud y buen día.
Por estos lares, las grullas, tan familiares, causan expectación, tanto a su regreso como en su marcha. Cuando se las avista de lejos, apenas unos puntitos formando un triángulo, mucha gente se dirige a las albercas donde las aves se detienen a reponen fuerzas. Es un espectáculo de graznidos y movimiento que transmite sensaciones gozosas y, pese a la bulla, la tranquilidad de saber que la Natraleza sigue su curso.
Salud.
Por Der-Chanteqoc pasan muchas grullas como en la foto. 😍
Tienen gran cantidad de humedales de reposo a lo largo de esa larga ruta.
A mi también me ha gustado mucho tu descripción. Como es habitual, he entrado en el enlace que adjuntas, de la alberca de Alboré y lo que he visto me ha fascinado. Las fotos son una maravilla. A ver si pronto se puede viajar y compruebo in situ este bello paisaje. Un abrazo.
En Aragón, al estar al pie de los Pirineos, que las grullas atraviesan tanto a la ida como a la vuelta, tenemos el privilegio de que utilicen los humedales como descansaderos. Pero donde más grullas se reúnen es en la laguna de Gallocanta, en Zaragoza, cuyas bandadas se juntan con las que salen de los humedales oscenses formando varios grupos con cientos de individuos que, cuando el cierzo les es favorable, remontan los picos más bajos de los Pirineos en distintas tandas, entre febrero y abril, para regresar en otoño de camino al sur de España y norte de África. Es un pasar constante sobre nuestras cabezas. Te encandilaría porque es impresionante.
Cordialidades.
Tiene que ser un espectáculo maravilloso.
Por aquí se ven pasar casi cada tarde muchas bandadas pero no todas juntas ni desde tan cerca. Llevo dos tardes sin verlas, tal vez estén ya todas en la alberca.
Me ha gustado mucho esta entrada tan pajarera.
Seguramente, esas bandadas, si no han pasado ya a Francia, estarán esperando el momento propicio a lo largo de los humedales del norte de España próximos a la cordillera. Las grullas vuelan a gran altura y solo se las aprecia bien cuando descienden en busca de los descansaderos donde tienen intención de posarse.
Me alegra que te guste el mundo de las aves.
A mí me gusta mucho ver aves, pero cuando estuve aquí, no pude llegar al avistadero porque estaba demasiado lejos y yo no daba para más. Y también porque mi acompañante se adelantó a ver que pasaba que oíamos griterío y vio que un grupo numeroso de escolares estaban en el avistadero, por lo que no habría aves por allí con tanto ruido.
Ese lugar que recoges en tus fotos es espectacular y reunirá muchas especies de aves y otros animales cuyo hábitat es el agua o sus cercanías. Mal asunto pretender ver las aves montando bulla, siendo como son, en su mayoría, aninales tímidos que evitan la proximidad humana. Nada como el silencio y unos buenos prismáticos.
Nosotros habíamos ido con todo cuidado de no hacer ruido, no solo por las aves, sino por cualquier otro animalito que estuviera por allí y, gracias a eso, pudimos ver asomarse peces y ranas, que yo no fui lo bastante rápida para afotar, pero mi acompañante sí. Hacía ya mucho calor y no había llovido apenas en la primavera, por lo que estaba bajo el nível del agua y se podía avanzar bien por esos caminos de madera, que me han dicho que algunas veces están sumergidos. A pesar de eso, resultaba muy agradable ver el agua por las rendijas de la madera, parecía que caminabas sobre ella… sin mojarte. Es un lugar precioso en todas las épocas del año y está a un paso de Granada.
Es que esa es la actitud para disfrutar observando; a fin de cuentas los humedales son santuarios de vida en los que el lema ha de ser respetar a sus moradores y tener mucha paciencia para poder contemplar esas rutinas que tantas veces están vedadas a los ojos humanos. Visitar un territorio donde se desarrolla la vida salvaje es una oxigenación de mente y cuerpo.
Tal y como nos lo has contado, resulta muy relajante, debe ser todo un espectáculo estar allí.
Cuando la naturaleza actúa y el hombre observa respetuoso. El binomio perfecto.
Gracias por compartirlo con nosotros, ha sido como estar allí in situ. ¡¡Todo un privilegio!!
Besos.
Cierto, es un privilegio poder asistir a un acontecimiento estacional protagonizado por unas aves que hacen miles de kilómetros en esas dos migraciones anuales que las llevan a recorrer con sus aleteos el continente europeo. Impresiona, sobre todo, su gregarismo así como verlas aguardando las mejores condiciones del viento para emprender la marcha; qué bien utilizan su instinto para aprovechar las rachas favorables.
Abrazos.
La mayor cantidad de grullas que yo he visto fue en Venezuela, todo un enorme lago de aguas poco profundas inundado de grullas.
Por cierto me ocurrió algo que si no llega a ser por los venezolanos que venían conmigo me quedo sin un dedo, en la orilla había una enorme caracola viva, la cogí con la mano y no se me ocurrió otra cosa que tratar de meter un dedo en una especie de costra que tenía en la entrada de la carne.
Del sopapo que me dieron en la mano, la caracola salió volando sobre la arena, la pregunta que me hicieron fue ¿no sabes que te hubieras podido quedar sin dedo?
Ante mi asombro cogen un palito del grosor de un dedo y tocan con él el cascarón que protegía la carne de la caracola, fue visto y no visto, la costra se levantó ligeramente y parte del palito desapareció en su interior, no fuimos capaces de soltarlo, se rompió tratando de que lo liberara.
Pero esas grullas amazónicas son diferentes a las euroasiáticas migratorias; carecen de la capacidad de vuelo de estas grullas comunes que surcan los cielos de Europa.
Uf, menos mal que tus compañeros sabían de la fuerza de la caracola; a mí me hubiera pasado lo que a ti. Fíjate, y una simple caracola, que no parece un individuo del que hayamos de prevenirmos…
Si alguna vez termino retornando a España, una de las cosas que más me gustaría hacer sería acercarme por alguno de los muchos humedales que hay para hartarme de hacer fotos.
Y mira que los hay, grandes y pequeños; todos ellos son una fiesta de vida natural donde se desarrollan o transitan multitud de animales que conviven en un entorno alentador.
Creo que la grulla no tuvo tanta suerte como la cigüeña, que pasó a ser símbolo de buenas nuevas, de nacimiento. Aunque sospecho tuvo más suerte en Asia, donde me parece es mejor considerada.
Eso sí, tienen su constelación en el cielo austral
Abrazos
En Japón son un símbolo muy querido que se refleja, sobre todo, en la papiroflexia. Por estas tierras donde vivo, las grullas son siempre bien recibidas, tan señoriales ellas como las cigüeñas.
Cordialidades.