«La mirada»: Archivo personal
«Cuando habla en tono calmado no se le aprecia mucho el acento francés, ¿verdad?», le cuchichea Iliane a la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio mientras Agnès Hummel, apoyada en el atril que la tarima eleva levemente, transmite con su voz —«Vedla. Sentidla. Sabedla y comprendedla y así rozaréis desde el presente su dolor»— las penurias y el desespero de Araceli Zambrano en aquella Francia de ilusiones asesinadas y censuradas cartas que intercambia con el hombre —su amor, su vida, su anhelo— encarcelado por la Gestapo en La Santé. «No retornó la alegría», prosigue Agnès Hummel. «No renació la esperanza. Manuel Muñoz fue entregado por la Gestapo a los hombres de Franco desplazados a París, extraditado a España, sumarísimamente procesado y fusilado el 1 de diciembre de 1942… Rota, Araceli. Inapetente a la vida. Derrumbado su mundo. Pero con ella, su hermana, María Zambrano, que guardó su propia agonía en un arcón arrojado al Sena y dedicó buena parte de su existencia a amar, recomponer, aliviar y cuidar a la marchita e inconsolable Araceli».
[El silencio sustituye cualquier amago de aplauso. Agnès Hummel bebe agua tintada con unas gotitas de güisqui, baja de la tarima y se dirige hacia la docena y media de personas que han asistido a la charla. Entre las manos, el libro Cautivo de la Gestapo, de Fernando Sigler Silvera].
EPÍLOGO: 1947-1991
París. Nueva York. México. La Habana. Puerto Rico. Y, por fin, en 1953, Roma. Juntas siempre. Para siempre. Araceli, María… Y los gatos. Gatos. Muchos gatos. Gatos romanos que acuden a las caricias y a la manduca. Gatos en las alcobas, en el sofá. Gatos que marcan su territorio en las patas de las sillas y los marcos de las puertas. Gatos. Gatos… Y Zampuico, el gato negro de ojos amarillos que las acompañó desde la cadenciosa Cuba a esa Roma felina en la que, cierto día, se internó para no regresar; tal vez marchó a escudriñar de cerca las viejas ruinas de la Ciudad Eterna o se unió a los gatos semiciegos que celan paraísos soterrados.
Gatos. Gatos… Y, con ellos, un abanico de denuncias anónimas que las obligan a cambiar de domicilio para preservar el virreinato félido. Gatos. Gatos… Y más denuncias en las que se escudan las autoridades italianas para expulsar del país a aquella pareja de exiliadas españolas. Doce horas les dan, en 1964, para abandonar, seguidas por sus gatos, esa Roma de espléndidas arquitecturas apenas devoradas por los siglos.
Y, entonces, La Pièce, en el Jura galo. El último refugio fraternal de las expatriadas Zambrano que, como en Roma, sobreviven merced a la generosidad de sus amistades. Allí, en La Pièce, fallecerá Araceli, el 20 de febrero de 1972. María, que retornará a sus itinerancias y sus conferencias por el mundo y será, por fin, reconocida, festejada y galardonada en la democratizada España, seguirá a Araceli, su tan amada hermana pequeña, el 6 de febrero de 1991. Y dicen que, junto a su tumba andaluza, se detienen a maullar los gatos. Quizás, entre los de bruno pelaje, se asomen a las sombras noctívagas unos ojos amarillos.
No conocía la triste historia de esta hermana de María Zambrano, pero sí se que aun no se ha reunido con ella en su tumba, a pesar de que se dijo entonces que iban a trasladar ahí a toda su familia.
Siempre estarán juntas, aunque ese gesto de justicia poética que acerque sus cenizas no se haya producido.
No conocía esa última residencia eterna de la gran pensadora; estremece la alusión labrada a esa hermana con la que tanto amor y dolientes desventuras compartió.
La inscripción, como quizás has visto, es del Cantar de los Cantares… en una versión libre, ya que no es exactamente así. Una traducción más exacta sería:
Levántate, amada mía,
hermosa mía, ven a mí.
No, no lo sabía; mis conocimientos del Cantar de los Cantares son escasos.
No te creas que los míos son muy profundos. Solo que me ha extrañado esa cita en latín y buscando, buscando… he terminado en una biblia de papel.
…pero tú estás más puesta en los diferentes libros bíblicos. A mí ni se me hubiera ocurrido buscar allí.
Triste historia la de las hermanas Zambrano, ligada a los gatos en sus últimos años de vida.
Araceli pese a haber nacido 7 años más tarde, falleció 19 años antes que María.
61 años tenía la primera y 87 María, mucha diferencia de vida entra ambas,
Me sonaba mucho Maria Zambrano, pero creo que simplemente es por la calle que lleva su nombre en Zaragoza.
La vida de las personas tiene argumentos que jamás alcanzaría una historia de ficción, y la crudeza del de las hermanas Zambrano es un ejemplo. María fue, además de una mente fascinante, una mujer que siguió luchando incluso en los momentos más terribles; por ella pero, sobre todo, por su amadísima hermana. El nombre de María Zambrano engrandece cualquier calle que se le dedique.
Una historia muy triste, propia de unos tiempos en los que abundaban las delaciones y las venganzas. Como tantos otros que fueron asesinados antes por «el otro bando», gentes cuyas historias ni siquiera están escritas y que no tuvieron la oportunidad de ajustar cuentas. Las guerras en general y los enfrentamientos en particular traen estas desgracias.
Cada historia personal es única en sus circunstancias y el sufrimiento, intransferible, venga este de una ideología o de otra. Para algunas personas la llama de la esperaza se encendió con aquel «cautivo y desarmado el ejército rojo…«; para otras, empezaba la segunda parte de calvario.
Jodo, como que los de Franco estuvieron ajustando cuentas hasta eso que llaman transición y bien de rositas que se fueron.
Ni conocía la historia de las hermanas Zambrano ni la de Muñoz. Muy bien traídas están.
Salud.
Precisamente, Fer. Por eso, la única manera de resarcimiento es el recuerdo.
Salud.
Qué época tan dura, ¿verdad?
«El sentir entiende, y el entender siente».Esa frase se me quedó grabada, en alusión a María Zambrano.
Un duro exilio con nulas esperanzas, compartido por estas dos hermanas.
He ido a buscarlas, pero no he dado con ellas, recuerdo unos fragmentos de cartas que Manuel le escribía a Araceli, cuando él malvivía en la cárcel.
No tuvo nunca esperanzas y cada día era un infierno, sin embargo en las cartas le transmitía tranquilidad, se hacía el fuerte para que ella estuviera bien y maquillaba la realidad para no preocuparla. Conmovedor tanta belleza (puro amor) en medio del horror.
Has dicho bien, Una mirada…..el recuerdo es la única manera de resarcimiento.
…es que no podemos hacer sino recordar, mantener esos nombres, y tantos otros, vivos para que sean símbolo y barrera contra los enfrentamientos armados.
“El sentir entiende, y el entender siente”. Así es.
Hay un barco de rescate que lleva el nombre de María Zambrano. ¿A que es bonito?
https://www.europasur.es/campo-de-gibraltar/colapso-convierte-Maria-Zambrano-recepcion_0_1266773895.html
Un detalle que entronca directamente con la pensadora; una inmigrante obligada que da nombre a un barco que, entre otras funciones, recoge y acoge inmigrantes a la deriva.
El María Zambrano, casualmente fotografiado por una amiga ayer
Qué bonito y más para tan noble tarea.
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