«Gula»: Archivo personal
—Luisón, porfa… Cuando puedas, tráenos unas croquetas.
—¿Bacalao, boletus, jamón…?
—No, no. De las de pollo al chilindrón.
—De beber, ¿lo de siempre…?
Todas las mesas del cafetín están ocupadas y ellas se quedan, comprimidas, en el espacio reservado a los camareros, al lado de la pareja de la entidad bancaria que da cuenta, con envidiable voracidad, de las tostas con mermelada de uva y mousse de queso, gloria y especialidad del establecimiento. Cuando las chicas del salón de belleza se levantan de la mesa próxima a la puerta del office, se apresuran ellas a tomar el relevo adelantándose al auxiliar de la notaría y a la abogada de la aseguradora, que reculan, conformistas, mientras ellas se encogen de hombros, despejan parte de la mesa acumulando vasos y platillos en una esquina y se acomodan en las sillas dejando una a modo de perchero. Suenan la solitaria máquina tragaperras del fondo y los tenedores y cuchillos haciendo los honores al contenido de bandejas y platos, como bandas sonoras de las conversaciones de intensidad moderada de la familiar fauna que, en días laborables, consume su limitado tiempo de descanso en la céntrica cafetería.
¿Croquetas con cuchillo y tenedor? Aunque el protocolo lo diga así por ser grandes o estar en la mesa y no ser el previo de un cóctel, o un lunch, es un crimen, es como comer patatas fritas de bolsa con estos dos artilugios nombrados anteriormente.
¿Como nos íbamos a chupar los dedos, si realmente nos gustaban?
No, hombreeee… Las croquetas, con el tenedor, que se parten sin esfuerzo… Pero en el local no toda la clientela comía croquetas, ergo…los cuchillos también entraban en acción.
Yo pienso, como unjubilado, que las croquetas están más buenas con la mano… Si estamos en confianza, claro. Lo malo es que engordarán más, pues dicen que lo que más engorda es lo que se come con la mano. O sea, bocadillos, patatas fritas, etc.
Se degustan con deleite, sí, pero estas del cafetín mencionado tienen un tamaño generoso y el tenedor ayuda.
Jodo, qué tuneo te has marcado con las croquetas… ¿El bar ese no será uno que está en la misma acera bajando del Matadero?
Ah, pero siguen luciendo apetitosas. Y, sí, por donde señalas está el bar; seguro que has entrado más de una vez…
En Suiza también comen, pero están a años luz de la escena que describes. No tiene el mismo encanto ni de lejos.
Ah, pero es que el intríngulis no se halla en la toma de alimentos sino en los ritos que acompañan a ese acto.
Caramba con esa familiar fauna. Qué bien se lo montan.
Me has llevado al lugar, he visto cómo los unos reculan para dejar salir a otros que ya habían terminado. Y también he visto aquella pareja, y la de allá también, y de las más cerca mejor.
Lástima que no haya podido probar esas croquetas, solo me faltó eso 🙂
Esas croquetas son una explosión maravillosa en el paladar y en el estómago; te lo aseguro.