«La Escorrentía»: Archivo personal
Los grupos de mochileros y senderistas que acceden al Barrio, desde las diferentes rutas de la sierra, por el camino de la Escorrentía ignoran que ese singular sendero de fina pedriza y sinuoso trazado es, en realidad, un barranco —seco desde hace noventa años— que, en algún momento geológico, formó parte del río que, a pocos metros de desnivel, corre paralelo durante cerca de tres kilómetros.
En ese lecho de guijarros y hierba, bordeado de una inigualable muestra de flora silvestre, pereció ahogado, allá por 1907, el repatán[*] que cuidaba los cordericos de Casa Casimiro —casona ya inexistente cuya ubicación ocupan actualmente los establos de la yeguada de monte de Casa Foncillas—. Una fuerte tormenta abrileña sorprendió a Vicentito —que así se llamaba el repatán, de ocho años— de regreso al Barrio y, según se cree, intentó atajar por la Escorrentía, que apenas llevaba tres palmos de agua, con tan desgraciada suerte que cayó una tromba de agua que arrastró a pastorcillo y corderos barranco adelante; dos días después encontraron el cuerpecito del niño flotando en el río, en la poza del molino, y, junto al pobre muchacho, algunos de los animales que pastoreaba. En una fotografía realizada en 1908 por el reconocido pireneísta francés Lucien Briet desde el altozano del derrubio, se aprecia, junto a la magnificencia acuosa del río, un tramo del barranco de la Escorrentía rebosante de agua, como documento gráfico de lo que un día fue el ahora transitado y seco sendero.
En 1945, cuando hacía años que la Escorrentía no era sino un pedregal olvidado por el agua, el barranco se convirtió, al abrigo de la vegetación, en el lugar donde el entonces joven señor Anselmo, enlace de los guerrilleros de la partida de Villacampa, depositaba —en diversos escondrijos— comida, munición y mensajes para los maquis que operaban en la Sierra de Guara. En una de aquellas peligrosas idas y venidas fue interceptado por una pareja de la Guardia Civil, obligando a uno de los guerrilleros a salir de su escondite y encañonar a los civiles, a los que desarmó dando tiempo a que el señor Anselmo, que conocía a los guardias y pidió que no se les hiciera daño alguno, huyera de allí para terminar echándose al monte, donde permaneció tres años y medio; vana fuga porque, aunque el joven Anselmo no lo supo hasta mucho tiempo después, aquellos guardias imberbes silenciaron el incidente ante sus superiores y nunca se le persiguió.
NOTA
[*] En arag., niño o joven que ayudaba al pastor adulto.
Yo no me fiaría mucho de ese camino… Es como las ramblas de nuestra costa, que pueden estar secas durante montones de años y hasta se han convertido en calles, pero un día dice de llover en serio y el agua se lo lleva todo por delante. Porque el agua no olvida nunca sus caminos.
Cierto; un barranco nunca deja de serlo. Y precisamente el propio nombre de éste, la Escorrentía, lo pregona.
Los barrancos o los caminos por los que ha circulado el agua en los Pirineos, son peligrosos y muy a tener en cuenta.
Recuerdo una anécdota ocurrida hace unos ocho años, en el Bar-Mesón «Refugio de Bujaruelo».
Después de haber comido salimos a pasear un rato y observo por la zona del puente de los Navarros un nubarrón más negro que boca del lobo. El aire, de momento de poca intensidad, soplaba hacia nosotros, yo insinué que antes de una hora íbamos a tener un tormenta fuerte, uno de Broto se fija en el nubarrón y dice ¡¡la tenemos antes de un cuarto de hora!!, y sin decir más cogió el coche y con su mujer (éramos cuatro matrimonios que habíamos subido en tres coches) y salió disparado hacia abajo.
Ante mi desconcierto me dice uno de los acompañantes, si llueve mucho nos quedamos aquí aislados varias horas hasta que las montañas desagüen a través de la media docena de barranqueras que atraviesan la carretera.
Efectivamente antes de un cuarto de hora se puso a diluviar y ya montados en los coches, no nos atrevimos a bajar y permanecimos dentro de ellos.
La tormenta tal y como había venido se fue, y con tranquilidad bajamos con dirección a Broto.
Los barrancos que en la subida estaban todos secos ya bajaban con agua, no la suficiente para no poder atravesarlos.
Fíjate lo que ocurrió en el camping de Biescas, construido en la zona de deyección de un barranco con todos los parabienes administrativos… Como dice Senior, el agua nunca olvida sus caminos; somos los seres humanos quienes pretendemos echar pulsos a la Naturaleza. Y llevamos siempre las de perder.
Pensamos que los lugares han sido siempre como los conocemos ahora porque su ritmo de cambio es tan lento que no lo apreciamos, pero lo cierto es que valles y montañas son muy nuevos desde el punto de vista geológico. Al menos, en este caso hay pruebas aportadas por ese parisino que se enamoró de los Pirineos un siglo antes que yo.
Una de las veces que hice barranquismo pude ver de primera mano la fuerza del agua, y no es nada despreciable. Cuando se ve encajonada reacciona con una violencia difícil de prever y con resultados catastróficos.
El Alto Aragón siempre estará en deuda con el andarín Lucien Briet –don Luciano, por estos pagos-, cuya labor divulgativa es impagable y a quien merecidamente se recuerda y honra siempre. Su enorme valía no fue justamente recompensada en vida en su propio país, muriendo en la pobreza y dejando a su viuda y su hija en la miseria hasta que sus amigos consiguieron reagrupar sus textos y archivos fotográficos y resurgiera el brillante investigador al que tanto deben los paisajes de la provincia de Huesca.
Trabajé un curso en el CEIP ‘Lucien Briet’ y es un personaje por el que siento mucho respeto. Muy triste la muerte del niño pastor que trabajaba a una edad tan temprana y un final feliz a la aventura de Anselmo en ese barranco que es el principal protagonista.
Me gustan esos paseos que nos haces dar por la sierra que tanto amas.
No sabía que habías trabajado en ese centro bilingüe de nuestro apreciado andarín, pionero en fomentar la vida al aire libre entre valles, oteros, cascadas, barrancos y magnas elevaciones.