“En el azud”: Archivo personal
Se hunde la tierra, impregnada todavía de las humedades noctámbulas, bajo los pies desprotegidos que trepan por la leve inclinación del terraplén que apuntala el muro septentrional del azud, al otro lado de la pedrera del barranco donde una tupida maraña de ramajes conforman la falsa cueva que utilizan los murciélagos como reposadero diurno. Elévanse enredados barzales que se dejan caer, indolentes, sobre el agua quieta y parda que espera, gélida, en la penumbra impuesta por un Sol perezoso que remolonea sobre el tozal.
A la derecha, el sauce solitario y erguido marcando el recoveco que, junto a su tronco, abre la floresta al arrojado madrugador que se desliza, entre arañazos de zarzas, hacia el agua.
Se paraliza la sangre y se arquea el corazón con las primeras brazadas; lacera el agua los poros y baquetea los músculos mientras la voluntad impele el cuerpo entre el congelado fluido y huyen las zapatetas[*] a la orilla. Cientos, miles de púas parecen aguijonear las células humanas en cada avance. Y, de repente, retoma la sangre el recorrido; el corazón, su cadencia; se hacen las brazadas menos agresivas y acuna el agua coloreada por el Sol el cuerpo desnudo y distendido.
En el azud, amanece.
NOTA
[*] Nombre aragonés de los insectos acuáticos conocidos como “zapateros”.
Albor, Azud, remolonea…
Me encantan estas palabras y, cómo no, tu texto. Por un instante me vi en el agua y, aunque no sé nadar, nadé…
Abrazos
Ah, pues vamos a compartirlas en nuestros personales Álbumes de Palabras mientras evolucionamos en las siempres deliciosas aguas de la imaginación, donde todas las acciones son posibles.
Besos.
Veo todo lo que describes como si se tratara de un video y hasta la sensación de frío me transmites… Qué locura bañarse al amanecer en la montaña. Una locura que termina compensando, estoy segura.
Te deseo un verano estupendísimo del que posiblemente sacarás hermosas postales de palabras para el blog.
Un abrazo, Mirada.
Disfruta, también tú, de esos merecidos días de asueto, Pili.
Hasta las próximas postales.
Con lo que me gusta a mí el agua fría…. Y que poco la de las piscinas que parece sopa.
Siempre queda el recurso de darse el primer chapuzón a primera hora, cuando el Sol todavía no ha caldeado lo suficientemente el ambiente.
Que sabéis vosotros de ambientes caldeados…
Se sabe, se sabe. Y hasta se padecen.
Creo recordar que en Bailo a estos insectos los llamábamos zapateros.
No recuerdo si ya te lo he contado, un par de años fui de vecinal a “volver” agua al río Aragón, a Puente la Reina de Jaca, era agosto, el agua calculo que estaría a unos 14º como máximo; los mayores preparaban unos enormes “churros” de ramas y hierba verde y unos burretes que nos daban a los mocetes para dejarlos en medio del río y posteriormente apoyar a lo ancho del cauce los churros con la idea de desviar algo de agua a una acequia para que moviera un molino que a su vez hacía girar un alternador y suministraba algo de energía eléctrica al pueblo situado a seis kilómetros de distancia.
Desde las nueva aproximadamente hasta las dos los de mi edad estábamos dentro del río, y al salir terminada la jornada y con abundante agua por la acequia los veteranos del pueblo nos tenían preparada una buena hoguera, un bocata de jamón y por supuesto nada más salir nos frotaban con unas toallas para que entráramos en calor.
Durante un mes aproximadamente teníamos luz en el pueblo, luego los de Puente la Reina iban regando cada vez, abriendo vocales en la acequia y aprovechando el agua que nuestros sudores… fríos, nos había costado y nos llegaban unos 70 voltios, con lo que una vela, alumbraba más que una bombilla.
Ahora prefiero el agua tibia, sin llegar a estar calentorra.
Es una curiosa experiencia que, pese al agua fría, resultaría incluso divertida -no hay nada como la poca edad que de cualquier cosa hace una aventura-. Tambien resulta instructivo conocer cómo se las tenían que apañar nuestros mayores para conseguir corriente eléctrica.