“Lady Sings the Blues”: Rick Spix (Rykk)
«Jeanette Alcoriza me regaló un piano que colocamos en el vestíbulo. Cuando venían amigos franceses cantábamos La Marsellesa. Todos los días me sentaba a tocar. La música subía por el vestíbulo y llenaba la casa.
Meses después, durante una cena, ya en la madrugada y con bastantes copas encima, Cotito, el hijo de los Mantecón, propuso a Luis:
—Te cambio el piano por tres botellas de champaña.
Me reí ante la incongruencia de la propuesta, pero Luis contestó:
—Hecho.
Cerraron el trato con un apretón de manos. Pensé que ahí quedaría, que era una broma. A la mañana siguiente sonó el timbre: era Cotito con un camión de mudanza y las tres botellas de champaña. No quise ver cómo se llevó mi piano. Me quedé furiosa por no atreverme a decir: ‘Este piano es mío y no sale de aquí.’ Por supuesto, guardé silencio.
A Luis le remordió la conciencia. Poco después me compró una máquina de tejer y me dio dinero para los aditamentos. También me regaló un acordeón alemán, muy fino, que aún conservo».- Fragmento de MEMORIAS DE UNA MUJER SIN PIANO, de Jeanne Rucar de Buñuel, transcritas por Marisol Martín del Canpo.
“Jeanne era bellísima pero eso no se podía decir delante de Luis porque se lo llevaban los demonios”, aseguraba Julio Alejandro, coguionista, amigo y contertulio en la casa mexicana de Luis Buñuel donde el celoso cineasta reinaba instalado permanentemente en el apacible y doméstico trono que bruñía con silenciosa delicadeza Jeanne Rucar. Jeanne Rucar de Buñuel, como ella se llamaba a sí misma y firmaba en todos los documentos.
Jeanne Rucar, hermosa y dotada de un exquisita sensibilidad artística, amante esposa —y tan desconocida— de Buñuel, había nacido en Francia, cerca de Lille, el 29 de febrero de 1908, en el seno de una familia de recursos mermados cuya situación pasaría a ser boyante tras la I Guerra Mundial. Es entonces cuando Jeanne descubre sus dotes para la música, la danza y el deporte. La nueva economía familiar le permite recibir lecciones de piano y ballet y clases de gimnasia; como gimnasta artística participó en los Juegos Olímpicos de 1924, donde obtuvo la medalla de bronce. Un año después conoció al que sería el hombre de su vida. “Yo conocí a Luis por mediación de Joaquín Peinado, de Manolo Ángeles Ortiz y de Paquito García Lorca, en el año de 1925. Acababa de llegar a París, no sé si a trabajar, pero sí a emborracharse y a bailar. Bueno, bailar no bailó porque no sabía, pero a divertirse, sí.”
Jeanne y Luis vivieron durante ocho años un noviazgo a la antigua usanza; en su transcurso, Buñuel daría muestras del machismo y los celos que presidirían, a partir de entonces, la vida de la pareja. Prohibió a Jeanne hacer gimnasia y ballet por considerar vergonzoso que se exhibiera ligera de ropa; también se negó a que continuara las clases de piano porque no soportaba que tocara para otro hombre. Muchos años después, en una entrevista, el director cinematográfico reconocería que, pese a considerar a las mujeres “siempre superiores al hombre“, él prefería que la suya permaneciera en casa “con la pata ligeramente rota“. Sorprendentemente, Jeanne, mujer cultivada que había gozado de relativa libertad hasta ennoviarse con el cineasta, renunció, por amor, a sus aficiones y sueños y accedió a ser, exclusivamente, la abnegada novia primero y esposa después, de Luis Buñuel.
Se casaron en 1934 y, por deseo de Luis, no se avisó a la familia. En París nació el primer hijo, Juan Luis; el segundo, Rafael, en Estados Unidos. A Jeanne le hubiera gustado tener una hija, pero el planificador Buñuel consideró que dos hijos eran suficientes y Jeanne, siempre obediente, jamás le planteó su deseo de aumentar la familia.
Instalados en México a partir de 1946, Jeanne continuó siendo la mujer relegada, con horario restringido para salir fuera de la casa y cuyos únicos desvelos se remitían a ocuparse del hogar y del bienestar de su marido y sus hijos. “Yo no podía recibir a nadie. Luis, como buen español, me escondía de todo aquel que no fuera paisano suyo. Yo era su consentida, la niña que tenía aparte, y me guardaba así. Nunca me hablaba de política; nunca me hablaba de nada: la casa, los niños y nada más […] Él era gentil conmigo, me cuidaba, me supo amar. Nunca pensé en divorciarme… Era celoso, dominante… pero también tierno, con sentido del humor y alegría.”
Jeanne Rucar Lefevre y Luis Buñuel Portolés se mantuvieron unidos casi sesenta años, hasta la muerte de él, el 29 de julio de 1983. Ella, la mujer que amó pero con la que no compartió ni ideas ni sueños ni decisiones, le sobrevivió, todavía, once años. Siete años después de la muerte de su marido, Jeanne Rucar de Buñuel dictó un libro de memorias a la escritora mexicana Marisol Martín del Campo. Se trata de un libro ameno y lleno de anécdotas donde se desgrana la vida privada de un hombre al que cuesta reconocer como el moderno, transgresor, revolucionario y anarquista director de cine Luis Buñuel.
Esta historia, esta vida que desconocía hasta ahora, me ha dejado un regusto amargo en el cuerpo. Me ha recordado a Zenobia y a Juan Ramón.
Una no espera que estas personas, a las que se admira en sus artes, te decepcionen tanto en lo humano.
Se puede decir que así eran la mayoría de las mujeres en aquellos tiempos y muchas aún hoy en día lo siguen siendo. Pero en hombres de esta talla no se entiende tal cerrazón.
Abrazos
…salvo que Zenobia fue, en muchos sentidos, madre y cuidadora del huraño y melancólico poeta, tan dependiente de ella. Buñuel se limitaba a tener a Jeanne en el hogar, reina entre fogones y ropas para repasar, sin que ella interviniera ni en la decoración de la casa.
Más abrazos.
Como me pasa en excesivos casos, no conocía esta historia, he querido ver el libro y de momento no está disponible, No sabemos si este producto volverá a estar disponible, ni cuándo., esto lo dice Amazon.es
He buscado más información y una que me ha gustado es esta.
Es que a Buñuel siempre se le ha mirado únicamente como director; el Buñuel familiar quedó sepultado bajo el mito. Las memorias de su esposa pasaron, en su momento, casi desapercibidas fuera de los círculos buñuelistas, algo extraño siendo que se trata de un valioso documento para conocer al hombre de andar por casa.
Una historia que me recuerda a muchas otras historias de mujeres que no pudieron desarrollar su vocación por vivir a la sombra de un hombre al que querían.
Las Jeannes eclipsadas -por voluntad propia o por otros motivos que sólo ellas alcanzaron a saber- forman parte de la Historia de las Mujeres; muchos talentos quedaron enterrados entre pañales, cataplasmas y muros, en aquello que se llamaba labores propias de su sexo que tantas alas ha cercenado.
Que familiar me suena ese párrafo en el que habla de Ángeles Ortiz y el hermano de Federico….
Ya imagino… Pues mira con quiénes se relacionaba la joven Jeanne Rucar antes de conocer a Buñuel.
En el fragmento de las memorias que pones como encabezamiento se ve claro el surrealismo de Buñuel. Ese trueque de piano por champán podría haber estado en cualquiera de sus películas. Igual rascando un poco en esa vida en familia se descubre dónde nacieron las sinopsis de algunos guiones suyos.
Salud.
Más que surrealista, el Buñuel familiar fue un déspota consentido; por su familia, que antepuso el cariño, y por sus amistades, que le atribuían exclusivamente un carácter bromista y gamberro.
Juan Luis, el hijo mayor, afirmaba en una entrevista que el afán por controlar el núcleo familar era tan excesivo que, siendo él y su hermano cuarentones, todavía papá Luis pretendía imponerles que a las diez de la noche debían estar en casa…
A Buñuel su estatus de pater familias todopoderoso le salió bien porque su mujer e hijos entendieron su tiranía como una peculiaridad más del cineasta.
España ha sido un país muy machista y todavía quedan actitudes, sin embargo no hubiera imaginado a Buñuel actuando como un señor medieval con su mujer y sus hijos.
Un beso y feliz semana.
Fíjate si sigue existiendo el machismo que todavía este gobierno pretende tutelar el derecho a decidir de las mujeres. Tú ya me entiendes.
Besicos.