«Rojos»: Archivo personal
Un Ramón José Sender absorto, levemente hosco, con el sombrero borsalino colocado distraídamente sobre la noble cabeza encanecida resalta entre la amalgama de ocres y naranjas, con tenues trazos rojizos, de la pared que comparte con su amigo Ildefonso-Manuel Gil y su compañero epistolar Joaquín Maurín. Cerca, sonriente y juvenil, Ana María Navales contempla al circunspecto Miguel Labordeta levemente girado hacia un pensativo Francisco Carrasquer.
Sobre el atril, Siete domingos rojos, la novela elegida por la señorita Valvanera para el libro-fórum.
—La mejor. La del Sender más ágil. Su primera mirada crítica hacia el modus operandi anarquista de la etapa republicana que lo llevó a buscar su sitio en el comunismo para terminar detestándolo y crear su propia rebeldía, siempre con los retales de sus desgraciados recuerdos.
Silencios. Los mismos silencios del Ramón doliente, jamás recuperado del asesinato del hermano y la esposa, Manuel Sender Garcés y Amparo Barayón.
A Manuel Sender Garcés, el amado hermano, abogado de 31 años, miembro de Izquierda Republicana, que había sido alcalde de Huesca en dos ocasiones, lo fusilaron los fascistas el 13 de agosto de 1936, junto a Mariano Carderera, alcalde en ejercicio, Mariano Santamaria, teniente de alcalde y Miguel Saura Serveto, cenetista benasqués. Una lápida, colocada el 14 de abril de 2003 sobre la fosa compartida, los recuerda
Silencios. Exilio. Recuerdos rotos de aquella Amparo, exultante, de los años treinta, trabajadora de Telefónica, experta mecanógrafa y ágil pianista a la que ronda Ramón en 1931 y que le sería arrebatada el 11 de octubre de 1936.
Silencios. Exilio. Crepita el dolor en las entrañas. Se inflama. Arde. Se eternizan las llamas. Se suceden los libros. Dolor. Charlas. Amargura. Libros. Conferencias. Dolor. Dolor.
—Y entonces dijeron que venía. Venía a España. Venía a Huesca. ¡Venía a Huesca! Sender regresaba a su tierra. Daría una conferencia en el Centro Cultural Genaro Poza.
Ramón José Sender llegó a Huesca en domingo, el 2 de junio de 1974. Impuso una condición: que se depositara un ramo de flores sobre la fosa donde se sabía que reposaban los restos de su hermano Manuel. Idas y venidas de los organizadores. Miedo. Sender firme. Sólo irá a Huesca cuando la tumba de su hermano sea señalada con un ramo de flores. Miedo. Cuchicheos. Y Manuel Sender Garcés, vilipendiado, asesinado y sepultado en el obligado olvido, obtuvo su ofrenda floral. Ramón José Sender se asomó a la ciudad que tanto le dolía y desgranó sus recuerdos de un verano -de hace tanto, tanto, tanto tiempo- pasado en el Pirineo.
Mora Sender entre los cromáticos muros del ala aragonesa de la Biblioteca del Barrio, donde sisean las hojas y susurran los seres retratados. Sobre el atril, el libro. Y un grupo de sombras que, en silencio, caminan hacia la puerta dejando tras de sí recuerdos y penumbra.
Dicebamus hesterna die…
Había leido que Sender condicionó su visita a España a que se publicasen aquí algunos de sus libros pero no sabía lo de las flores para su hermano. ¡¡¡Bravo por él!!! Cómo sudarían en Huesqueta para cumplir la petición y menudo triunfo verles agachar las orejas para honrar a uno de los primeros que mataron. Un reto senderiano.
Salud.
…y fíjate que, en esa época, componían las élites oscenses muchos de los que habían propiciado y/o participado en los paseos y sacas de aquellos primeros meses del golpe; las filigranas que harían para que aquellas flores clandestinas no trascendieran.
Imagino en ese momento, en el de las flores, la «paz» que inundaría a Sender y el miedo que padecerían los que atendieron su deseo.
Abrazos
Fue -supongo- un desahogo a ese dolor y una manera de expresar que no olvidaba.
Besos.
Muy interesante lo que cuentas en este y el otro post sobre Sender, del que sabía bastante poco, aunque una obra menor suya -La tesis de Nancy- es el libro que más veces regalé por aquella época.
Es que de Sender, salvo los estudiosos de su obra y su figura, el público lector sabe muy poco. Incluso se sabía poco en los años del boom senderiano en España. Y mira que fue un autor prolífico (unos 120 libros, 2000 artículos…) que se manejó con soltura en todos los géneros. No murió, mártir, como García Lorca ni regresó, aclamado, como Alberti. Se mantuvo en esa lejanía física -tres o cuatro visitas a España- y, cuando a principios de los años ochenta recuperó la nacionalidad española y se propuso el regreso definitivo, asuntos laborales y familiares lo retuvieron. Y así, hasta que murió. En el exilio.
Cuantas historias desgraciadas, antes, durante y después de la guerra, solamente de los personajes más importantes nos hemos enterado ya que los infortunios de las personas menos influyentes, esas quedaron en el olvido.
En la actualidad hay obras de Sender en pdf o ebook de acceso libre.
…y resulta descorazonador que la Humanidad no haya aprendido de su propio pasado, del dolor infligido y padecido.
Es llamativo que no le dieran el Premio Nobel y un disparate que la Academia Española de la Lengua no apoyara su candidatura.
Buen fin de semana.
Bueno, se cuenta que la Academia de la Lengua se abstuvo a raíz del enfrentamiento durísimo entre Sender y Cela en la casa mallorquina de este último, donde se llamaron de todo.
Te voy a nombrar mi documentalista oficial, jeje. A algunos escritores cuando se conocen muchas cosas de su vida privada dan ganas de leer más libros suyos.
Salu2.
Pues… seguramente, Sands. Pero sólo si sus obras merecen la pena.