“Grullas en la alberca”: Centro de Interpretación
Al atardecer, una nube batiente y sonora se entremezcla con los nacientes destellos anaranjados del Sol semidormido. Las grullas regresan, en indisciplinada y ruidosa formación, a los dormideros próximos a la alberca. Descienden apresuradas, indiferentes al gentío que las contempla con arrobo, y recorren el entorno conocido con sus gráciles y familiares zancadas, ojeando el humedal con el buche dispuesto para la recena.
Anochece y la algarabía se atenúa. Duermen las aves arrulladas por los quejidos de la tierra avasallada por las pisadas humanas que reculan y se alejan. Rugen los coches e iluminan los faros la cercana sierra. Marchan los intrusos y los alados huéspedes migrantes de la alberca de Alboré sueñan entre sisones, garcillas bueyeras, gangas, gaviotas reidoras, somormujos lavancos, aguiluchos laguneros y algún tímido galápago leproso.
Debe de ser un espectáculo para quedarse en la memoria durante mucho tiempo.
Salu2.
Las paradas “técnicas” de las aves migrantes, siguiendo una ruta que se repite cada temporada, es un festejo visual que atrae a muchas personas. Imagínate varias bandadas -hasta completar 20.000 o 30.000 aves, o incluso varios miles más- surcando el cielo y posándose en los mismos lugares, con el infalible GPS de su instinto…
Cordiales saludos, Sands.
Ha de ser impresionante la estampa. Poder verlo de cerca. Formar parte del entorno; aunque sea por una jornada.
Abrazos
Desde luego, Trini. Normalmente, quien acude una vez, suele volver en la siguiente convocatoria.
Más abrazos.
Si contemplar una bandada de grullas es una visión extraordinaria. no menos meritorio es el texto descriptivo que le dedicas.
Saludos cordiales.
Gracias por el cumplido, Tío Antonio.