“Panorama desde el puente”: Archivo personal
A las siete de la mañana los visitantes ya se hallan degustando los alimentos del buffet. Finas lonchas de York gelatinoso acompañadas de queso tierno, huevos duros y panecillos blancos, tostadas con el sello del grill grabado en las dos caras, mantequilla, mermelada de frambuesa, zumos de melocotón y naranja y cuatro tazas generosas de café, dos de ellas con una nube diminuta de leche.
—Bonjour.
Ella, a la que ya han bautizado como Audrey Hepburn, se detiene, con una sonrisa a medio dibujar, y ladea la cabeza bajo la pamela contemplando cada ángulo del comedor, dirigiéndose después, erguida, hacia una de las mesas bajo los ventanales.
A las ocho, los trece clientes del hotel Palladio de Mestre, que forman parte del grupo de turistas de Gabriella, la guía, ya han dado cuenta del primer refrigerio del día y charlan, en dos pequeños grupos, ante la puerta de entrada al hotel mientras esperan la llegada del microbús que los acercará a la dársena para tomar el ferry a Venecia. Audrey pasea y fuma sin integrarse en ninguno de los grupos pero sonriendo cada vez que alguno de sus compañeros -los cuatro visitantes, sobre todo- cruza sus ojos con los suyos.
Gabriella imparte instrucciones en francés e inglés a través de los whispers que cada turista lleva, a modo de audífono, sobre la oreja. “En Piazza San Marco se nos unirá un grupo de españoles. Como sé que entre ustedes hay quienes hablan español [sonrisa cómplice hacia los cuatro visitantes], les agradecería que colaboraran para que el nuevo grupo pueda seguirnos sin problemas”.
En la piazza la lluvia golpea las losetas de Istria y la fauna humana se apelotona bajo los soportales del Palazzo Ducale. Audrey fuma, displicente, ajena a la lluvia que llena de brillos su pamela negra y humedece el raso malva de sus peep-toe-shoes.
Gabriella se mezcla con el gentío guarecido de la lluvia. “Spagna? Spagnolo?“, pregunta a unos y otros. Finalmente, bajo los arcos de las Procuradurías Viejas, en el Caffè Quadri, localiza al grupo de españoles, que resultan ser cinco parejas de jubilados en trance de estupefacción al conocer el monto de la cuenta por siete expressos y tres aguas minerales que han tomado sentados en la terraza del afamado y antiquísimo café.
Detienen las nubes su maná acuoso y los turistas de Gabriella se agrupan bajo il Campanile para conocer el programa del día. Los ocho ingleses y los diez españoles visitarán, con la guía, la basílica y el palazzo; los cinco franceses -los cuatro visitantes y Audrey-, que realizaron la visita el día anterior, tendrán la mañana libre hasta la hora del almuerzo.
—Vamos a llegarnos a Rialto. ¿Viene usted?
Audrey asiente y acomoda el paso de sus preciosos zapatitos al ritmo de las deportivas de sus acompañantes.
Se alejan los nubarrones remontando el Adriático y enciende Audrey su enésimo cigarrillo mientras una gota de agua se desprende de su pamela y resbala, enseñoreada, por uno de sus brazos.
Yo me he quedado con ganas de más.
De seguir paseando por Venecia y de visitar el Rialto y de saber de Audrey y de enterarme cómo les fue el día a los demás.
Me gusta tu prosa tan rica.
Abrazos
Audrey… Quizás cualquier día, en tu Sevilla hermosa, la veas -lánguida, esbelta y elegante- detenida en la acera con una media sonrisa decorada de rojo y, junto a ella, un grupo variopinto de extranjeros siguiendo las explicaciones del (o de la) guía de turno.
Un placer, Trini, compartir contigo esta virtualidad.
Menuda putada visitar Venecia y q llueva.
Me ha gustado mucho el relato y el título tan original q le has dado.
Salu2.
Bueno, lo primero decirte que, leer el primer párrafo de tu hermoso escrito, ha conseguido poner a trabajar a mis papilas gustatorias. Así es como funcionan tus letras en el ánimo del lector.
Un gustazo toda la lectura.
Un abrazo!
Fastidia si llueve y fastidia si burbujea el mercurio de los termómetros, Sands. No obstante, el cuerpo -y, sobre todo, la capacidad de absorber el entorno a través de los sentidos- se habitúa a lo que haya, ¿no crees?
Ay, Almena, ya sabes que el mejor precalentamiento de cualquier maratón histórico-artística empieza en el estómago…
Un abrazote a ambos y gracias por aportar vuestros puntos de vista.
El relato me ha encantado, pero a pesar de que se me pueda considerar una ignorante hay algo que no entiendo ¿por qué milagro extraño, de la noche a la mañana Audrey aparece como moda en todas partes, paragüas, posters, etc…?
Ya me lo contaréis.
Bueno, Audrey Hepburn siempre ha sido una mujer con mucho tirón; hermosa, elegante, culta, colaboradora de Unicef… Ignoro si en los últimos tiempos su imagen es más visible que antaño porque está claro que desde su primera aparición cinematográfica despertó mucho interés socio-comercial; vamos, que es una mujer que “creó” un estilo que nunca ha pasado de moda.